No me influye

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por:
Cartas al director
VICENTE HITA SÁNCHEZ / Guadalajara
Cuando estos días se ha vivido la polémica de que el Parlamento catalán ha votado la prohibición de las corridas de toros, daba la sensación de estar asistiendo a un espectáculo, mitad polémico, mitad de broma. Y siempre con la sensación, de que esta gente, no tienen otros problemas más importantes que prohibir, algo en mi opinión improhibible, algo inadmisible en una sociedad democrática. Me pregunto, ¿hubiera sido el mismo resultado si no se hubiera publicado recientemente la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut?
Al margen de la intención de quién prohibió, lo que está meridianamente claro ha sido que se ha llevado a cabo más por forzar un hecho diferenciador el resto del Estado, que por una necesidad sentida de no celebrar corridas de toros. Pero esta medida aparte de claro tinte fascistoide. Está claro que si a la sociedad catalana no admite las corridas de toros, lo normal es que no vaya a verlas y así se terminaron estas.
Particularmente, no me influye en absoluto la prohibición, nunca he visto una corrida de toros en Cataluña, y tampoco tenía previsto verla. También es cierto, que si allí no se admiten estos espectáculos -ellos, esa sociedad que presume de haber evolucionado hasta autoprohibirse ir a las plazas- esto obliga a los catalanes seguidores de la tradición taurina, que los hay, a desfogarse de esta afición viajando por España. Igualmente me imagino, no tengo datos de ello, que estará prohibida la caza en ese territorio, pues disparar a un animal con una escopeta, pillándole de improviso y que luego éste muera desangrado y lleno de munición en el campo, para después congratularse del número diario de piezas, a las que se ha hecho este “favorcito”, y para más sarcasmo, colgárselo en la cintura a modo de exhibición, pues esto es mas cruel que una corrida de toros. Si la evolución de la sociedad catalana, consiste en elaborar normas prohibitivas sobre dónde deben ir o no ir sus ciudadanos, de votar cuándo acaba una tradición cultural, de influir tanto en los sentimientos de la persona que hasta aborrega a estos, para guiarles sobre lo que deben o no deber ver. Y todo esto liderado por un cordobés Montilla, que a última hora presumió de haber dado libertad de voto a sus compañeros de partido; a sensu contrario, en el resto de las votaciones no existe libertad, y votan lo que el capo dice. Por no hablar de un Mas, perdedor de elecciones una tras otras desde que lidera Convergencia; éste, ni en esta ocasión, dio libertad de voto, aunque presume de ello, Mas considera que es más fácil ganar elecciones prohibiendo más que nadie.
Al margen de la constitucionalidad de la norma, que de todo hay; triste futuro el de una sociedad montada sobre la prohibición, el antiespañolismo, y la autocomplacencia de creerse más avanzados, elaborando una norma impuesta más que por votos, por pactos que den mayoría suficiente para seguir manejando sentimientos. Ah, me imagino que esa sociedad avanzada de que presumen, no comerá jamón, lomo o chorizo, porque les creo, -listos ellos-, sabedores de cómo vive el cochino, que toda su vida la desarrolla en escasos dos metros cuadrados lleno de estiércoles, y muere entre chillidos estridentes y espasmos. Alguna diferencia hay con la vida libre, natural y placentera de quien desarrolla sus años de existencia en la inmensidad de la dehesa.