No tengo palabras

06/03/2022 - 11:10 Marta Velasco

La ambición de Putin aprovecha la debilidad pandémica para clavar el puñal al fondo, y arma la guerra, palabra impronunciable, en Ucrania, un país demócrata.

Como no tengo palabras, se las pido a Miguel Hernández, “Tristes guerras si no es amor la empresa.  Tristes, tristes. /Tristes armas si no son las palabras. Tristes, tristes/ Tristes hombres si no mueren de amores. Tristes, tristes.”

Hace dos semanas escribí sobre Rusia y manifesté el miedo que me daba Putin, sus maniobras y sus intenciones. Hoy no puedo describir la desolación que siento viendo hasta dónde ha llegado, hasta dónde llegará y en qué manos está nuestro mundo.  

Todavía intentamos salir de una pandemia que vino de China, durante la cual hemos perdido a padres, hermanos y amigos muy queridos. La muerte de los que amamos nos desgarra, la ausencia es un agujero negro que absorbe nuestra energía. Tememos por nosotros cada vez que lloramos a un amigo, asustados por el futuro de nuestros hijos y de nuestros valientes nietos, que trabajan al otro lado del mundo, muy lejos de su patria y de sus padres, lejos los hermanos entre sí y lejos, lejos, muy lejos del comedor dominical de sus abuelos. 

Seguimos con nuestras vidas rutinarias, entretenidos con una serie nueva, aunque cada día las noticias nos acongojan y cada noche, justo al borde del sueño, sentimos en el corazón el dolor insoportable de las ausencias, la ansiedad por un futuro enfermo y en guerra, la inquietud por la distancia de nuestros niños, y todas las penas y temores se agazapan en la oscuridad bajo el edredón, llegan a la almohada y entonces, desesperados, nos vamos a la cocina a tomar tila, melatonina y a hacer un crucigrama que distraiga nuestro desasosiego.

La ambición de Putin aprovecha la debilidad pandémica para clavar el puñal a fondo, y arma la guerra, palabra impronunciable, en Ucrania, un país demócrata. Maldito sea Putin y toda su estirpe, maldita la guerra que no deja supervivientes, o mueres o te envenena el odio, que muestra lo peor de los hombres, la cobardía, el egoísmo, el rencor.  Son tiempos airados, la tragedia de Kiev nos aterra, Ucrania era libre hasta hace unos días y hoy, salvajemente destrozado, lo vemos en la pantalla de nuestro cuarto de estar, temiendo por Europa, por nuestro sistema de libertades, por nuestra vida garantizada hasta ahora, a pesar de las restricciones del Covid y la dudosa competencia de nuestros gobernantes. 

Le pido también la palabra a Blas de Otero porque nuestro deber es defender las democracias occidentales,  lo que Putin ha hecho con Ucrania lo hará con otros países y debemos buscar las palabras, las armas, para detenerlo con nuestra firme determinación o perderemos el mundo libre y en paz que hemos disfrutado. Porque, como dice el poeta “Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré, como un anillo al agua, / si he perdido la voz en la maleza/ me queda la palabra”. Tendremos que derrotar a Putin todos unidos y por fin los españoles iremos juntos contra el enemigo común que nos quiere robar la libertad y la vida.