Notas sobre el diseño del futuro

09/01/2011 - 00:00 Fernando Jáuregui

Los sondeos de este domingo, aferrados, como es natural, al corto plazo, hablan de las posibilidades de recuperación, o no, del PSOE merced al llamado 'efecto Rubalcaba'; ya le dan muchos por casi seguro sustituto de un Zapatero que, pese a sus ocasionales irrupciones en entrevistas radiofónicas y (este lunes, por ejemplo) televisivas, se muestra algo desdibujado. Pero, más allá de lo inmediato, de lo coyuntural, han comenzado las reflexiones de comienzo de una década, reflexiones azuzadas por el redoble de tambores que hablan de la explosión de la crisis ahora en el vecino Portugal, país en el que España es el primer inversor del mundo. Y me dicen que es Zapatero, precisamente el hasta ahora improvisador Zapatero, el primero en fomentar ahora la arquitectura de un futuro -plan a cinco años_en el que él sabe que no estará. Viajeros a La Moncloa y merodeadores de los pasillos del poder y la oposición parecen, curiosamente, bastante de acuerdo en el diagnóstico de ese diseño del futuro que nos viene y que comenzará, inevitablemente, a forjarse en la primera mitad de este año aún recién estrenado. Si se me permite, sin querer pecar de adivino y aplicando las correcciones del sentido común y de algunas apreciaciones que me vienen dictadas por ciertas recientes conversaciones con gentes que tienen capacidad de decisión, ofreceré a los lectores una síntesis de las citadas reflexiones que me llegan desde esos despachos y pasillos. El primer punto sobre el que creo que caben escasas dudas es que Zapatero ya ha decidido, aunque se resista a hacerlo público, no, repito, no, concurrir a las próximas elecciones generales. Está -en la medida en la que, por su carácter, pueda estarlo_deprimido por tener que gobernar contra el programa electoral que le llevó a La Moncloa. Y también, dicen, por algunas presiones familiares y de su entorno. Cree que su misión es agotarse -"inmolarse"-- en las reformas en marcha, especialmente las de pensiones, laboral y financiera, y retirarse en 2012 dejando -veremos mediante qué fórmula-- a un sucesor para que gestione la que hoy se contempla como una probable derrota socialista. Ese sucesor será, si lo contemplamos a estas alturas del partido, Alfredo Pérez Rubalcaba; es, al fin y al cabo, el vicepresidente primero y el hombre que concita mayores apoyos en las encuestas. Aseguran que el político cántabro, que de política sabe un rato, no se hace ilusiones acerca de su famoso 'efecto' y que la capacidad de recuperación del PSOE sería escasa, incluso aun cuando ETA diese, como se contempla posible, algún paso significativo hacia el fin de la pesadilla terrorista. No puede descartarse, dicen, una cierta, educada, casi imperceptible, lucha por esa sucesión, y en los mentideros socialistas se habla y no se para de la dicotomía Rubalcaba-Carme Chacón, las dos figuras que aparecían, juntas pero distantes, junto al Rey y Zapatero en la Pascua militar. Puede que Zapatero anuncie más pronto que tarde su decisión, que ya se está demorando, a juicio de no pocos 'barones' regionales del PSOE, demasiado. Un anuncio espectacular que tendría cierta influencia, no demasiada, en unas elecciones autonómicas y municipales que se prevén desastrosas para los intereses del partido que hoy gobierna en la nación. Los consejos que prevalecen consisten, no obstante, en descartar cualquier adelanto de las elecciones generales, y menos aún hacerlas coincidir con las próximas de mayo, lo que tendría incluso un encaje legal complicado, que provocaría debates innecesarios y perjudiciales para la formación que hoy gobierna. Así llegaríamos a la precampaña de las elecciones generales de marzo de 2012. En el Partido Popular también parecer descartar que, pese a la campaña que han realizado para conseguirlo, se disuelvan anticipadamente las cámaras legislativas. A Mariano Rajoy, que se convierte, pese al escaso entusiasmo que despierta en los sondeos -en los que ya, no obstante, sobrepasa en aceptación a Zapatero_en el candidato más probable a ser el nuevo inquilino de La Moncloa, le sugieren que extreme la moderación en el ejercicio de la oposición, aunque esa estrategia se vea ocasionalmente rota por algunos portavoces del PP. Porque, quienes diseñan el futuro desde los dos bandos -e incluso desde las bancadas nacionalistas_saben que los próximos años habrán de estar presididos por un espíritu de pacto en las grandes cuestiones. Y ese gran pacto, o esos pactos puntuales que enmarcarán el diseño del futuro a medio e incluso largo plazo, habrá que empezar a pavimentarlos ya, pese a las dos campañas electorales que se nos echan encima y en las que, por primera vez en mucho tiempo, saldrán a debate las grandes cuestiones relacionadas con las crisis económica, institucional e incluso moral, que han atenazado a los españoles en los dos años finales de la primera década del siglo XXI. Algunos de los actuales escarceos, la sal gorda de ciertos rifirrafes políticos y la escasa imaginación derrochada en no pocas intervenciones recientes de dirigentes políticos no casan demasiado, es cierto, con esa era que debe inaugurarse en la segunda década, que ha de caracterizarse más por los perfiles constructivos que por lo contrario, aun dentro del imprescindible juego de confrontación partidaria. Las campañas que vienen las ganarán, aseguran os expertos, quienes evidencien un talante más conciliador, más austero -aún asistimos, como ocurrirá esta semana en Galicia, a manifestaciones de derroches autonómicos que hubiesen sido perfectamente prescindibles_y más imaginativo. Porque, además de propiciar la regeneración anímica de España, la clase política ha de atender urgentemente, por su bien y por el de todos nosotros, a la reconstrucción de su propia imagen.