Noventa días
16/01/2011 - 00:00
Noventa días mal contados es lo que queda de legislatura efectiva. Superado el primer trimestre entramos de lleno en una permanente carrera electoral en la que es imposible agenda alguna. Lo que hay que hacer o se hace ahora o no se hará hasta la próxima legislatura. De momento, y superadas ya las cataratas de declaraciones en torno al engañoso, vacuo y arrogante comunicado de ETA, todos estamos pendientes de las alambicadas y secretas reuniones entre Gobierno, sindicatos y patronal para intentar llegar a un acuerdo sobre pensiones, edad de jubilación y desarrollo de la reforma laboral.
Hasta el día de hoy solo se habla de "grandes diferencias" pero de "voluntad de acuerdo" y no hay que descartar en absoluto que lo haya. Es más, soy de las que creo que al final habrá acuerdo. Y lo habrá en lo que será, con toda probabilidad el penúltimo acto de magia del Presidente del Gobierno aunque su representante en las reuniones sea, nada más y nada menos que Alfredo Pérez Rubalcaba. Lo de Rubalcaba no es estrictamente magia. Es lo suyo una extraordinaria habilidad, una capacidad sin parangón para hacer ver lo blanco casi negro y que lo negro se convierta en gris. Habrá acuerdo.
Y lo habrá porque el Gobierno y el PSOE tienen noventa días mal contados para intentar reencontrarse con su electorado tradicional, para poner un punto de inflexión en el distanciamiento con esos sindicatos a los que el Presidente pidió cariño y llegaron a cogobernar. El Gobierno y el PSOE tienen noventa días para hacer ver que lo que se hace_reformas, en principio duras pero al final edulcoradas en aras del acuerdo con los sindicatos_se hace a pelo, sin ayuda del principal partido de la Oposición y de su líder a quien el PSOE gusta ridiculizar diciendo eso de la tumbona. El PP tendrá que averiguar cómo gestiona esa situación de aislamiento que ya se está dibujando, que Gobierno y sindicatos están dibujando a la sombra del acuerdo sobre pensiones, jubilación y modalidades de despido. "Si el Presidente me llama, iré como he hecho siempre", afirma Mariano Rajoy. Pero el Presidente no le va a llamar, al menos de manera preferente. Para salvar la situación tiene además de a los sindicatos, al PNV y por ello ha preferido cenar con Iñigo Urkullu a tomarse un café con Mariano Rajoy.
Ya es tarde para casi todo pero incluso cuando se está en el límite, si se quiere, se encuentra un resquicio, en este caso para el sentido común. Bien está que el Gobierno busque el acuerdo con sindicatos, pero tan bueno como esto o más es que desde Moncloa se hubiera hecho el esfuerzo necesario para lograr un gran acuerdo con el principal partido de la Oposición, el llamado a poder gobernar en cuestión de meses aunque ello supusiera renunciar a algunos cariños. Ya es tarde y sobre todo absurdo seguir en la melancolía de lo imposible. Ese gran acuerdo, tantas veces reclamado, no lo veremos. Si veremos ese acuerdo que parecía imposible. El Gobierno y el PSOE sacarán pecho. Sentirán alivio pero será tan pasajero como lo fue el efecto de la crisis de Gobierno y por enésima vez nos veremos obligados a comparar entre lo dicho y lo echo.