
Nublares
Se ha cumplido este mes de enero un aniversario que ha pasado desapercibido, pero que por nimio que pueda parecer creo que hay que destacar.
Me refiero al vigésimo quinto aniversario de la publicación de Nublares, la novela primigenia de la saga que Antonio Pérez Henares -en Guadalajara, siempre Chani- ambientó en la prehistoria. A ella le siguieron El hijo de la garza (2002), El último cazador (2008) y La mirada del lobo (2010), todas ellas ambientadas en un territorio fácilmente reconocible, una zona de nuestra actual Guadalajara, con nombres tan sugestivos como la gruta del valle Verde de los Arroyos, Peñas Rodadas o el río Arcilloso, y tan reales como los ríos Sorbe o Bornova.
Nuestra tierra, siempre modesta, ignorada y postergada, carente de grandes atractivos, ha construido sus señas de identidad, en buena medida, a través del paisaje literario creado por algunas obras imperecederas. El Cantar de mio Cid, el Viaje a la Alcarria o El río que nos lleva, por poner tres ejemplos, han contribuido a conformar la biografía de un territorio, el nuestro, de asentar una memoria colectiva y convertirse en símbolo de lo que somos y seremos. Todo ello gracias al anónimo autor del Cantar, a Camilo José Cela y a José Luis Sampedro, que han construido una geografía que está en los libros pero es auténtica a la vez. A ellos hay que unir otros nombres como los de Andrés Berlanga (La Gaznápira, 1984) o Ramón Hernández (El ayer perdido, 1986). Y por supuesto, a Chani Pérez Henares y su saga iniciada con Nublares.
Antonio Pérez Henares es periodista por profesión, desde que a los dieciocho años comenzara a trabajar en el extinto diario Pueblo. Tras cursar estudios en la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense trabajó en Mundo Obrero, Tiempo, Tribuna y otros muchos medios de comunicación, radio y televisión sobre todo, en los que ha sido comentarista político. En la actualidad preside Escritores con la Historia, asociación que reúne a medio centenar de autores de novela histórica. Ahí está siempre Guadalajara, pues donde va hace gala de alcarreñismo, de orgullo castellano. Nublares se sitúa en Guadalajara. Toda su saga, iniciada un mes de enero hace veinticinco años, se ubica aquí. También lo hacen otras novelas como La tierra de Alvar Fáñez (2014) o El rey pequeño (2016). La literatura, que es el uso distinguido del lenguaje, conforma espacios compartidos. El idioma español, no hace falta insistir en ello, lo ha conseguido. También la literatura ha creado nuestra particular patria local. Gracias por ello, Chani. Ojalá lleguen otras muchas novelas como estas. Y las leamos.