Nuestros dos nuevos sacerdotes
01/10/2010 - 09:45
Cartas al director
JOSÉ SÁNCHEZ GONZÁLEZ Obispo de la Diócesis de Sigüenza- Guadalajara
La ordenación de un nuevo presbítero constituye siempre en la Iglesia un acontecimiento extraordinario, del que, por lo general, fuera de la familia, la parroquia de origen y los diocesanos más comprometidos no siempre se toma cuenta.El Señor nos hace el regalo de dos nuevos sacerdotes, en este domingo 11 de Julio, apenas terminado el Año Sacerdotal. Regalo tanto más de agradecer cuanto mayor es la escasez de vocaciones en nuestra diócesis, en el momento presente y previsiblemente en un futuro inmediato.
Es una ocasión apropiada para invitaros a todos los diocesanos a dar gracias a Dios por el don del sacerdocio, por nuestros sacerdotes diocesanos y muy especialmente por nuestros dos neopresbíteros Ángel Díaz Matarranz y Raúl Pérez Sanz. Llamados, por distintos caminos, después del largo recorrido de formación en el Seminario y en las diversas actividades pastorales, en la diócesis y en la experiencia misionera, en este domingo, a los cuarenta y a los veintisiete años respectivamente, respondiendo a la llamada del Obispo por medio de su Canciller-Secretario, dan un paso al frente para ser ordenados presbíteros de nuestra Iglesia diocesana de Sigüenza-Guadalajara. Es el último paso en el proceso de su vocación, de la llamada de Dios y de la respuesta humana.
Por la imposición de manos del Obispo, son ordenados para ejercer, en la persona de Cristo, el ministerio de los presbíteros en el triple servicio al culto, a la palabra de Dios y a la comunidad cristiana. Ellos serán, como estrechos colaboradores del Obispo, los administradores de los sagrados misterios. Si es propio de un administrador que sea fiel, siguiendo el lema escogido por el Santo Padre Benedicto XVI para el recién clausurado Año Sacerdotal Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote hoy y siempre pedimos para nuestros dos nuevos presbíteros, Ángel y Raúl - para nuestros sacerdotes diocesanos y para todos lo sacerdotes el don y la virtud de la fidelidad. Que en su seguimiento de Cristo aprendan a responder a su infinito amor como Él nos ha amado, a serle fieles porque Él es fiel y como Él es fiel y a servirle hasta dar la vida por Él y por los hermanos, como Él nos ha servido.
La Ordenación de los presbíteros, que es una celebración solemne y emocionante, con la participación de la mayoría de los presbíteros diocesanos, de los familiares, amigos y de numerosas personas que ya han recibido el servicio de los ordenándoos durante su tiempo de seminaristas y de diáconos, es también una ocasión propicia para que todos nos preguntemos: ¿Porqué, si este momento es tan emocionante, que suscita una cierta admiración y hasta una fascinación entre los asistentes, no tenemos más vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en nuestra Iglesia?
Es posible que la consideración de la vida y ministerio de los sacerdotes, desde el día después de su Ordenación, contemplada y medida con los criterios al uso en nuestra sociedad, que valora con exceso lo económico, el nivel de vida, el poder y la fama, no cautive a los niños y jóvenes de hoy. Tampoco cautivaría la vida y ministerio de Jesús en su vida, si, con los criterios de nuestro mundo, contempláramos al Señor como pobre, casto, humilde, servidor incondicional y, al final, perseguido y crucificado.
Contemplemos con fe la vida de nuestros hermanos sacerdotes y la de tantas personas consagradas a Dios, que dan por bueno el sufrimiento, la cruz, la renuencia y la entrega por amor a Dios y a los demás y viven ya en esta vida, como el Señor, en anticipo y prenda, la bienaventuranza prometida a los que, por Él y por su causa, aceptan la pobreza, el llanto, la persecución y la cruz, porque saben que su suerte está en las manos de Dios, que resucitó de entre los muertos a su Hijo, que fue en vida el hombre más feliz y perfecto, al que el sacerdote sigue y sirve.