Obama y Zapatero: ¿Vidas paralelas?
Quieren algunos aquí, en esta hora de revés electoral para el presidente norteamericano, comparar los destinos de Obama y Zapatero. No sé, no obstante, si, más allá de haber nacido el mismo día con un año de diferencia -le pregunté a Zapatero si cree en los horóscopos y me dijo, como era previsible, que no- y de haber ascendido en la escala política a velocidad de vértigo, los dos líderes tienen mucho en común. Me parece que no, por mucho que Leire Pajín los emparentase, en unas desafortunadas declaraciones, en una 'conjunción planetaria' destinada a cambiar, para mejor, el mundo.
A Obama se le vuelve en contra una parte del electorado norteamericano que, para resumir y simplificando acaso excesivamente, se identifica con planteamientos conservadores, incluso muy conservadores. Pero creo que, a mitad de su mandato, sigue manteniendo el apoyo de esa América que poco tiene que ver con la 'profunda' de exaltación ultranacionalista y del liberalismo a ultranza. No sé si es el caso de Zapatero, a quien las encuestas le dicen que una mayoría de los preguntados en ellas -incluyendo muchos votantes socialistas- no desea que repita mandato, es decir, que vuelva a presentarse como cabeza de cartel.
Intentar ver demasiadas semejanzas entre dos países con trayectorias, circunstancias y dimensiones tan diferentes es siempre una mala receta. EE.UU y nuestro país tienen problemas muy diferentes, y yo diría que la situación de un Zapatero debilitado es sensiblemente peor que la del hombre que sigue siendo el más poderoso del mundo, y que ha demostrado voluntad de permanencia en el cargo y poseer recursos sobrados para seguir en él.
Pienso que tampoco la emergencia de movimientos extremadamente conservadores en Estados Unidos tiene una correlación automática con la sociología política española, por más que algunos comentaristas hayan querido, forzadamente en mi opinión, verla. Confío, en todo caso, en que el moderado Rajoy, la persona que acaso cuente con mayores probabilidades, hoy en día, de ocupar La Moncloa, no se deje tentar por algunos cantos de sirena procedentes de quienes quisieran un 'tea party a la española'. El espejismo del 'tea party' sería, en mi opinión, la perdición de un Rajoy pese a todo emergente
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