Odio en el Parlamento

26/11/2018 - 11:54 Jesús Fernández

¿Qué diferencia hay entre las palabras y las balas? Las palabras encienden, pero no matan, las balas matan antes de encender.

Yo no creo que el Parlamento sea un mecano construido  con piezas llamadas palabras, discursos, o lenguaje vacíos de contenido. Sus miembros son ciudadanos que viven y piensan, sufren y aspiran, desean y ambicionan, aman y odian. Existe una continuidad e identidad en sus personas dentro y fuera de él. Del Parlamento sale lo que en el Parlamento entra o de él viene lo que a él va. Los parlamentarios no dejan fuera, colgados en un perchero, sus sentimientos. Queremos decir que no es un paréntesis en la vida de las personas. También se odia, se disparan expresiones, rencores, en él.  ¿Qué diferencia hay entre las palabras y las balas? Las palabras encienden, pero no matan, las balas matan antes de encender. Unas son palabras sin balas, las otras son balas sin palabras. En la historia de esta institución, se dice que los Parlamentos se hicieron para sustituir al campo de batalla donde las armas fuesen las palabras. ¿Qué diferencia hay entre el orden verbal y el orden real en el ser humano? Las palabras anuncian, mandan, expresan, ordenan, definen, prometen. ¿Qué anuncian, qué expresan, quién las manda, qué definen? 

Pero hay mucho realismo antropológico y moral en la vida de los Parlamentos. Es un organismo vivo. Ojalá todo fuese metáfora, construcción mental de la realidad, una nube de humo que se disipa con la luz y con el aire. No. Hay sentimientos detrás de las palabras. Al fin y al cabo, la Cámara de Diputados está compuesta de sociedad, son elegidos o seleccionados. Son unos mandados, comisionados. Es un espacio, un recinto de la misma cultura y sociedad. Sus miembros proceden y reflejan deseos y aspiraciones de la comunidad. Son de los nuestros, más aún, somos nosotros. ¿Será que nos representan  en el odio también y yo me veo representado, reflejado en ellos? ¿O es que se trata de un puro sentimiento pero no un sentimiento puro? Un juego, una ficción. Yo creo que las palabras y las actitudes  son  algo más que ficción. La democracia no es una ficción social, una comedia. A veces se asemeja más a una tragedia.

Ya hemos incidido, otras veces, en ello. La democracia está hecha de sentimientos que, en éste como  en otros casos, son agitados por las palabras. Ojo con los sentimientos, sobre todo cuando son de la multitud, pues no son controlables.  Los políticos juegan mucho con lo irracional, con lo instintivo del ser humano. El poder, la ambición, la codicia, la avaricia, el rencor son  algo instintivo. Quien juega con las propias pasiones suele ser víctima de ellas, de las de los demás. En los Parlamentos, todo eso va unido, es una cadena: poder,  ambición, dinero. Sobre todo si sienten una alfombra a sus pies o un altavoz en sus bocas como son los llamados medios de comunicación.