Pactos

08/06/2019 - 15:26 Jesús de Andrés

En Guadalajara capital se apura el plazo para alcanzar un acuerdo. De momento los implicados se observan de reojo.

El florecimiento de las series de televisión, cuyas temáticas abordan todas las cuestiones imaginables, ha dado lugar a unos cuantos títulos centrados en la política y la lucha por el poder, dos caras de una misma moneda. Lejos de series almibaradas como El ala oeste de la Casa Blanca, donde sus protagonistas estaban dotados de una ética virtuosa, en los últimos años, al calor de las nuevas plataformas de contenidos, han surgido títulos que, al contrario, muestran la dureza de unos personajes que -cual protagonistas del Príncipe de Maquiavelo- carecen de todo escrúpulo en su afán por conseguir o mantener el poder. Juego de Tronos, por ejemplo, es todo un compendio de fórmulas de uso de la violencia política trufado de intrigas palaciegas, en el que el recurso a la muerte física del adversario es una constante en todas y cada una de sus temporadas. House of Cards, por su parte, relata la trayectoria de un candidato, Frank Underwood, que consigue llegar a la presidencia de los Estados Unidos a través del uso continuo de la simulación, la manipulación y la mentira, saltándose todo tipo de reglas.
Ni unas ni otras reflejan, sin embargo, la realidad de la política. Ni se trata de una actividad sin reglas en la que la ambición ciega a sus protagonistas, capaces de todo con tal de alcanzar sus fines, ni son éstos almas cándidas imbuidas de idealismo y sentido del deber como única vestimenta. Al contrario, la política es una ocupación dura, compleja, con mil aristas, que se desempeña con límites de todo tipo y enorme desgaste personal. Hay una serie que lo refleja mucho mejor que ninguna, Borgen, una producción danesa que muestra una realidad política que tiene más de pragmática que de épica. El gran problema de su protagonista, una ficticia mujer que alcanza el puesto de primer ministro de Dinamarca, es conseguir un gobierno de coalición entre distintos partidos. Las relaciones con los adversarios, con los compañeros de partido, con sus asesores y sus ministros, y las negociaciones para obtener acuerdos, para gobernar, son el eje de la serie. El pacto es el ingrediente fundamental, como ocurre en la realidad.
En Guadalajara capital se apura el plazo para alcanzar un acuerdo. De momento los implicados se observan de reojo. Hay amagos, declaraciones hechas para los oídos del otro, ofrecimientos de retirada, peticiones de abandonar cargos que se saben jugosos y atención a lo que pueda dictarse desde arriba en cada partido. ¿Quién conseguirá el Trono de Hierro? El día 15 tendremos la solución. Mientras tanto, esperamos que sepan negociar por el bien común, por lo mejor para la ciudad, que sepan pactar, que al fin y al cabo es palabra que procede del latín pax, pacis, la paz sobre la que se sustenta la democracia.