Padres inmaduros. La no asunción de su papel

04/11/2018 - 13:28 Javier Urra

La disciplina, el deber, las exigencias, son retos que se alcanzan desde la cotidianeidad, desde los hábitos, pues no nacen por generación espontánea. 

Tenemos unos padres en la actualidad, que sobreprotegen en exceso. Que transmiten a sus hijos, sus propios miedos. Que quisieran que sus niños no sufran, no padezcan. Sobreproteger en exceso puede llegar a ser casi un maltrato. 

Los padres inmaduros generan en sus descendientes un alto grado de neurosis, de dificultad para ubicarse. Los niños se sitúan en riesgo, al no conocer el devenir de su proceso, al sentirse al albur de las circunstancias, al tener que madurar sin alguien que les sirva en ese sentido de ejemplo, de apoyo, de sostén.

Todos nos avergonzamos de ver algunos padres que van con su hijo a matricularlo en la universidad o de esos padres que increpan al entrenador por no sacar a jugar a su hijo, una figura potencial, aunque solo cuente con siete años. 

No hay padre que no te diga, “educar hoy es más difícil”. Y quizás tengan razón, antes existía la autoridad del padre, la autoridad del profesor, la autoridad del policía, del alcalde, y hasta del Cabo en el ejército. Todo ello se ha puesto en duda, y algo tan benéfico como la democratización de las relaciones, de las instituciones, se ha infiltrado equívocamente de forma y manera que te puedes encontrar en una reunión siendo profesor universitario, con un alumno que te habla sentado con una gorra puesta. 

Educar a un niño supone posicionarlo ante sí mismo y ante los demás. 

Creo captar que muchos padres no quieren asumir su responsabilidad, sancionar, mostrarse maduros, adultos, y se manejan en una nebulosa de familia democrática, de amigo, de colega, absolutamente confundidos. La sanción es parte de la educación. La sanción es necesaria. 

Creer, que porque se haya erradicado el castigo físico no se puede educar correctamente a los hijos, es confundirse de pleno. 

La autoridad la tienen los padres, por el hecho de serlo, y se les delega socialmente para que la ejerzan, desde la «patria potestas», pero con equilibrio, con moderación, y esa herramienta esencial es la sanción, que parte del afecto, y aún más, del amor. 

Hay progenitores que han renunciado a serlo, se aprecia flojera de autoridad, y junto a ello el valor del esfuerzo y la cultura del logro han pasado a mejor vida. Es más, hay quien confunde negociación (que ya es un craso error) con dejación. Hay padres, repito, que pierden de vista su papel, y son incapaces de transmitir mensajes coherentes a sus hijos, y finalmente, con tal de evitar conflictos (más aún, si se trata de familias desestructuradas o recompuestas) acaban negociando y consintiéndolo todo. 

Nos están fallando las raíces, que han de ser profundas y extensas, que han de ser claras, y previsoras de los muchos avatares a los que se verá expuesto todo lo que de forma subterránea, humilde, sin dejar ser vistas, van a sostener. 

La disciplina, el deber, las exigencias, son retos que se alcanzan desde la cotidianeidad, desde los hábitos, pues no nacen por generación espontánea. Es más, si de niño, de adolescente no se introyectan sentimientos de deber, habrá dificultades para hacerlo de adulto. 

Créanme, sobreproteger hace niños dependientes, frágiles, que necesitan un tutor, una directriz. Y cuando la vida los abofetea, quieren huir de ella y se ponen en riesgo. Vacunemos a nuestros hijos contra la desesperanza, la desilusión y el sinsentido. 

Los niños precisan del juego simbólico, y de la lectura que exige pensar. Pero también hay que enseñarles a contemplar la belleza, para que se olviden del sí mismo, y confundirse con la Naturaleza para que se perciba y se sientan parte de ella. 

Facilitémosles que desarrollen recursos, que sean dueños de su psicohistoria, que confíen en sí mismos, que aprecien el lado positivo de toda situación, que sean sanos y equilibrados, que desplieguen humor y amor.

Aprendamos a crecer con ellos.

Déjale Crecer o tu hijo en vez de un árbol fuerte será un bonsái. La Esfera de los Libros. 2018