Paisaje político con distancia

10/04/2012 - 00:00 Antonio Pérez Henares


  El viaje y la lejanía tienen como efecto apreciable el ofrecernos una diferente percepción de los asuntos que nos envuelven en el día a día y nos proporcionan una visión que, en ocasiones, resulta más clara y contrastada que cuando estamos tan próximos al tablero y acabamos enredados en las jugadas, perdiendo la dimensión global de la partida. Once días más o menos a salvo del embrollo declarativo de nuestra política ( aunque aislarse ya es imposible en este mundo de red y globalización, andar medio perdido por las estepas mongolas del lado chino y en la frontera con Rusia se me antoja lo más parecido) permiten al regreso, tras un vistazo a lo sucedido, que queden subrayados algunos aconteceres que emergen con luz diferente tras la limpieza mental de la cotidiana indigestión informativa.


  Lo primero que sobresale, partí justo al día siguiente de la huelga del 29-M, es que está pareciera como ni haber sucedido. “Fuese y no hubo nada” que diría el gran clásico. Se ha disuelto como un fuego de artificio, como una gran traca de una mascletá valenciana. Y esa es quizás la prueba del nuevo de su fracaso. No fue un fiasco absoluto y paro cosa pero no detuvo nada al fin y al cabo.


  Los sindicatos ya han gastado esa bala del tambor y si piensan en disparar otra cada vez tendrá menos pólvora. Si se percibe una huella más profunda en la política. Los efectos de las elecciones del 25 en Asturias (lo del caudillo Cascos es letal para el centro derecha y ya es de segundas: estuvo también en la disputa con Marqués, el entonces de general secretario del PP) pero sobre todo en Andalucía perduran . La resistencia del PSOE, su cierto tocar suelo en su desplome y la amarga victoria del PP andaluz frustrado cuando parecía tener ganado el ultimo bastión del enemigo han dejado un poso y un recorrido.


  Los socialistas han pasado de la depresión al alivio y de ahí a una sorprendente, y puede que alucinada, euforia. Más debida, creo, a su anterior pánico a perderlo ya todo que a la realidad de una situación en la que siguen muy mermados en poder central, autonómico y municipal. Pero su sensación de haber pisado al fin suelo se les nota y mucho. Por la parte contraria la frustración, tras quedarse con la miel en los labios, es más que evidente. El más sensato, una vez más, fue el presidente.


  Y lo más notorio aunque ya nada sorprendente la vuelta al escenario tonante de las viejas colleras de enemigos de Rajoy, esos que se consideran los guardianes de la esencias del templo de la derecha y capaces de arreglar esto “sin complejos y en dos patás”, los mismos que lo despellejaban vivo y lo daban por muerto, en público y en privado, por las ondas y por escrito, los que hubieron de callar ante su triunfo y ofrecer sonrisas y halagos de sumisión y conveniencia. Pues ahí están de nuevo prestos a imponer su interesado consejo. Aunque ya lo secretean como cadáver y antes de que concluya el año. Tales voces y tales voceras resultan en curiosa sintonía con la frecuencia de los pensamientos de los adversarios socialistas. Ambos descuentan ya casi la crisis acabará por demoler a gobierno en un suspiro y que Rajoy caerá por el despeñadero por el que se precipitó Zapatero al vacío con los suyos y, lo malo, con todos nosotros.


  El presidente que nunca existió para el PSOE-hay que ver que inmediato y total olvido-si queda en la memoria del presidente francés que lo utiliza como antídoto contra su rival, el socialista Hollande. Y observa uno, con cierto estupor, que lo que es una crítica compartida y una opinión generalizada e incluso constatada en urnas se vista de “ataque a España”. Hombre, bien no viene, pero verdad es de las de a puño. Puede que nos este amargando aún más la prima de riesgo, de nuevo histérica y amenazante, pero lo que dice no nos es ajeno. Que el gobierno socialista negó la crisis, la menosprecio, la dio por acaba cuando se cansó de buscarle seudónimos, la agravó con sus disparates y despilfarros y nos ha dejado en una sima.


  Eso, me parece no hace falta que lo diga Sarkozy. Y eso es lo que a uno se le viene a la cabeza al aterrizar cuando además se entera que el Barsa ya le echa el aliento en el cogote al Madrid, que en tierra no hay raqueta que se nos oponga y que seguimos siendo los amos sea sobre dos ruedas o sobre cuatro. Ah Y que los señores pilotos de Iberia, aunque ya haya pasado Semana Santa, sigan siendo nuestra perpetua cruz a cuestas.

Artículo extraído de La Marea de Pérez Henares, archivado en Oleaje político.