Palabra de Dios y Eucaristía

30/07/2012 - 11:35 Redacción

En la Sagrada Escritura, en los testimonios de los Padres de la Iglesia y en los documentos del Concilio Vaticano II aparece con mucha fuerza la íntima conexión entre la Palabra de Dios y la Eucaristía. Podríamos proponer muchos testimonios en este sentido, pienso no obstante que, con la lectura del relato sobre los discípulos de Emaús, todos podemos percibir esta profunda unión entre la escucha de la Palabra y la fracción del Pan (Lc 24,14-35).

El evangelista San Lucas señala que Jesucristo resucitado se acerca a los dos apóstoles, que caminan tristes y desesperanzados. En un primer momento les explica las Escrituras. Luego, aceptando su invitación, entra en su casa y realiza ante ellos el gesto de partir el pan. Desde aquel instante, los dos discípulos reconocen al Señor, descubren que su corazón ardía por el camino cuando les explicaba las Escrituras, entienden de un modo nuevo lo que habían vivido con el Maestro durante los años de su vida pública y salen a anunciar a sus hermanos que el crucificado se les ha manifestado resucitado.

San Jerónimo, en sus comentarios sobre la Palabra de Dios, llega a afirmar que ésta es verdadera comida y bebida para quien la escucha con fe, la acoge en la intimidad de su corazón y está dispuesto a dejarse transformar por ella. Dice él: «La carne del Señor es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida; éste es el verdadero bien que se nos da en la vida presente: alimentarse de su carne y beber su sangre, no solo en la Eucaristía, sino también en la lectura de la Sagrada Escritura. En efecto, lo que se obtiene del conocimiento de las Escrituras es verdadera comida y verdadera bebida».

Con esta enseñanza de San Jerónimo podemos descubrir la íntima relación que existe entre la Palabra de Dios y la Eucaristía. Hasta tal punto existe unión entre ellas que no se pueden entender la una sin la otra. La Eucaristía nos ayuda a entender la Sagrada Escritura y actualiza sacramentalmente sus enseñanzas y la Sagrada Escritura ilumina y explica lo que celebramos en el misterio eucarístico.

Si los cristianos viviésemos con verdadera fe lo que celebramos en este misterio, tendríamos que reconocer que es el mismo Señor quien realmente se nos hace presente, se dirige a cada uno de nosotros y nos habla al corazón para que le recibamos. Pensando en la necesidad de impulsar la «nueva evangelización», todos los bautizados deberíamos prestar especial atención a la escucha y meditación de la Palabra de Dios en las celebraciones litúrgicas.

Estas breves reflexiones tendrían que ayudarnos a todos a cuidar la presentación y la proclamación de la Palabra de Dios en la liturgia, a resaltar la centralidad del Leccionario y a no utilizar en las celebraciones litúrgicas otros textos distintos a la Palabra de Dios, aunque tengan un profundo contenido espiritual. Además, para que la Palabra sea bien acogida y asimilada por quienes participan en las celebraciones deberíamos formar lectores, que la proclamen con convicción, con unción y con profunda fe.