Palabras contadas

01/02/2011 - 00:00 Rafael Martínez Simancas

 
Gracias a Internet hemos conseguido una velocidad de comunicación con una gran capacidad de síntesis, apenas un mensaje de ciento cuarenta caracteres sirve para cargarse un régimen de treinta años como el de Mubarak. El avance es notable puesto que durante años las pintadas no han servido para nada, en cambio un mensaje corto puede convocar a un millón de personas en El Cairo un martes. Y, cuando esos mensajes circulan a toda velocidad tienen la fuerza de un huracán, que se lo digan a "madame" Ben Alí que se fue al exilio al ritmo de una marcha militar, (eso sí, le dio tiempo a hacer la maleta y a recoger tonelada y media de oro antes de emprender rumbo al exilio). Los correos de "Twitter" funcionan como altavoz del descontento, algo que hasta ahora los sátrapas creían tener controlado, pero en Túnez y en Egipto se ha demostrado que nada pueden hacer cuándo las ideas circulan libres. Tampoco cantemos victoria porque algo inventarán para controlar el ciber espacio, (aunque sea cortes parciales de la red), pero mientras tanto podemos disfrutar de una corriente de aire libre que hacía tiempo no veíamos. Una vez abierta la puerta de escape ya no hay quién le ponga puertas al campo, y el mecanismo que sirve para echar abajo a un régimen también vale para quejarse por una hipoteca injusta, por unas condiciones laborales precarias, o por cualquier otra tropelía. Basta que dos, o más personas estén de acuerdo y que comiencen a circular los mensajes en un colectivo más o menos amplio. Y los que mandan lo saben, de ahí su preocupación por lo que pueda pasar en Egipto. La diplomacia con la que nos hemos venido manejando hasta la fecha es incapaz de dar respuesta a la velocidad que demanda la red. Igual tendrían que pensar en las cancillerías que les hacen falta más expertos en ciber-comunicación que teóricos de la diplomacia internacional. De repente se ha destapado la olla de las ideas y ya vemos cómo transitan libres, sin guardias que las puedan detener; ideas que se suben a los tanques, que apagan los fusiles o que silencian a un dictador. Y todo sin hacer mucho ruido, sólo el necesario. Sin usar más palabras que las precisas, sólo las oportunas. Se entiende el pánico que tienen algunos a acabar en la guillotina de "twitter", ahí el veredicto popular es inapelable. Con apenas ciento cuarenta caracteres se cambia la historia en un momento, y pensar que Moisés para huir de Egipto tuvo que hacer el gran truco de separar las aguas.