Parador con vistas
La panorámica de los castillos de Molina de Aragón encandila a cualquiera.
Un Parador del siglo XXI con vistas a la Edad Media”. El eslogan parece atractivo, rebuscado, efectista y seguramente acertado. Hasta juega con la polisemia del término, como antaño los viejos machistas ante una moza hermosa y rebosona.
La panorámica de los castillos de Molina de Aragón encandila a cualquiera. Puede dejarlo pasmado en las nebulosas mañanas otoño-invernales, con nieve y las afamadas temperaturas nocturnas más bajas de España. Ideal para la toma inicial en todo reportaje televisivo climático, antes de la típica fogata y guisos en sartén con trébedes. E incluso para rematarlo, con el tibio sol ocultándose entre las almenas de la Torre de Aragón.
De postal. Merece la calificación máxima que otorgaban los viejos libros de texto a un paisaje: sublime. Los visitantes hasta pueden soñar con Doña Blanca, el Cid y el rey moro Abengalbón, que algunos perciben viviendo en otra dimensión y vagando por calles, callejuelas, plazas, iglesias y viejos adarves.
Pero bajo la apariencia de modernidad exterior y un vestíbulo impresionante que recibe al visitante, parece esconderse una chapuza constructiva de primer orden. Una ñapa. Electricistas, carpinteros, fontaneros y otros profesionales describen goteras y graves fallos. No habrá sido por falta de días y años para subsanarlos.
Algunos creen que, pasados los fervores inaugurales el próximo día 5 con discursos, claques y brindis de jerifaltes, es posible un cierre temporal para reparar los defectos que padece un edificio que lideraría el ranking de fealdad exterior.
La calle de la entrada principal todavía precisa de algún remate. Ya pueden darse prisa. También hace daño a la vista el nuevo puente de madera sobre el rio Gallo bajo en el que descienden las aguas residuales al colector, paralelo al histórico de piedra conocido como las Tablas o de la Manola.
Por vistas, excelsas o no tanto, que no quede.