Parados, pobres y avergonzados

20/12/2010 - 00:00 Antonio Pérez Henares

 
La crisis no se ve en la calle, ni en los restaurantes, ni en los bares. Ni en las estaciones de esquí dicen que se ve la crisis. No es verdad. Puede que engañen los ojos, si sólo se quieren mirar las luces y las risas de la Navidad. Puede, y puede más, porque los españoles que la padecen, la ocultan. Se avergüenzan. Al paro, al pobreza se suma la vergüenza. La ocultación de la necesidad está en la raíz del orgullo y de la dignidad de nuestro pueblo. Lo retrató para siempre don Miguel de Cervantes en un Quijote en los huesos. Los españoles, esos millones de personas y de hogares que han visto desplomadas sus economías, amenazadas sus viviendas y sus neveras vacías no quieren mostrar su miseria al vecino, no desean que los contemplen en su necesidad y la hurtan a las gentes. Muchas veces a otras gentes que están en la misma situación que la suya. Y todos hacen como que resisten, y resisten, y amparados en esa inmensa ONG que es la familia, cada vez más exhausta, disimulan y hasta celebran un dispendio. Y por supuesto, también seña de identidad de nuestro pueblo, ríen y se alegran a la más mínima oportunidad que tienen. Termina el 2010 y asoma el 11 con muchas personas que son nuevos pobres. Y que no saben serlo porque ayer no lo eran. Ayer eran clase media, trabajadores con trabajo, con un presente confortable y hasta con un futuro prometedor por delante. Hoy no tienen más que agobio y hasta para comer no tienen. Y amen de angustia, de tristeza, de miedo, les da vergüenza. La de acudir a los comedores sociales, a la caridad, a un reparto de ropa o de viandas. Y cuando ya no les queda más remedio, por ellos o por sus hijos, lo hacen escondiéndose de las miradas, de los ojos de quienes ayer eran iguales que ellos, con los que se tomaban una caña o compartían un vino. Hoy no pueden. Ellos son los que faltan en la calle, en los restaurantes y en los bares. Los que no quieren ser vistos. Tampoco parece querer verlos el Gobierno ni parecen preocuparles a los sindicatos. Zapatero comenzó prometiendo empleo pleno, después que no faltaría el subsidio, ahora camuflado en el estruendo de las macroeconomías y los controladores yugula los 426 euros de la ultima resistencia de quienes lo ya no tienen ni un solo asidero. Apenas se habla de ello. Pero en febrero llegará el crujir de dientes. Ha logrado la cuadratura del circulo en negativo. Ni trabajo ni subsidio. Los sindicatos mientras, después de aquella pantomima de septiembre, dicen que ahora van en serio contra algo que parece inevitable en toda Europa, que tengamos que trabajar más años. La razón básica y demográfica es tan contundente como simple, vivimos mucho más y la razón coyuntural se impone, somos cada vez menos trabajando para pagar más pensiones y durante más tiempo. Los sindicatos dicen que esta vez no será teatro, que van a por ellos. Pero la jubilación es para quienes trabajan. Estos parados, estos pobres, ya no están contemplados en sus cuentas. Ellos sólo defienden los derechos de los "trabajadores". Los que no pueden serlo y del trabajo se ha echado no parecen cosa suya. Un número creciente e intolerable de españoles está sufriendo el paro y la miseria. Y la vergüenza. Cuando miran a los políticos, a los gobernantes, a los jefes sindicales, lo que cada día contemplan son privilegios. Y la vergüenza, la verdadera, la de no ser capaces de mirar ni a esas gentes ni a nadie a la cara debía ser la suya. Es a ellos a quienes debería caérseles, de bajar la mirada, de no salir a la calle. Pero ellos no la pasan. Porque ellos no tienen vergüenza. .