¿Patrimonio de la Humanidad?, Sí, pero...

24/01/2020 - 16:51 Javier Sanz Serrulla

La catalogación o designación de la escultura de El Doncel de Sigüenza como Patrimonio de la Humanidad, de impacto muy similar,  parece más adecuada.

Tal que el viernes pasado llegó la comitiva a Sigüenza. Del presidente regional, Emiliano García Page, abajo, todos. Por la tribuna del salón de doña Blanca del Parador de Turismo desfilaron autoridades y escogidos ciudadanos para anunciar la buena nueva: se habían iniciado los trámites para conseguir de la UNESCO que Sigüenza sea declarada “Ciudad Patrimonio de la Humanidad”, si bien reconocía el presidente que esta empresa puede “tardar años”, circunstancia ésta, el emplazamiento temporal, que en boca de político nos hace andar ojo avizor.

Revisando el grupo de las ciudades tales en nuestra amplia geografía, incluidas las islas, se cuentan tan sólo quince, lo cual llama la atención. No lo son, por ejemplo, Sevilla o Burgos, tampoco la catedralicia Ciudad Rodrigo ni Hondarribia. ¿Cómo es posible que en un país tan vasto, cuajado de lugares magníficamente conservados y en tanto que tales destinos turísticos de primer orden, tan sólo quince merezcan este reconocimiento que supuestamente a través del interés turístico que despierta la catalogación reactivaría la economía de la propia ciudad? Reconozco que juego con ventaja pues la pregunta no es ingenua sino que recuerdo un artículo todavía reciente –de fecha 25 de septiembre de 2018- publicado en El País titulado así: “Las Ciudades Patrimonio de la Humanidad se quejan de asfixia por falta de ingresos” y así subtitulado: “Los 15 municipios distinguidos en España por la UNESCO denuncian que los gastos se disparan, mientras se ven obligados a eximir de impuestos a sus cascos históricos”.

Concretando: ser ciudad patrimonio incrementa –sigue el artículo- los gastos un 15 % y anualmente, debido a las exenciones del IBI, el grupo deja de recibir 25 millones de euros. Además, “el impuesto de Construcción y Obras (ICO) de los edificios Bienes de Interés Cultural está bonificado hasta con un 95%”. En Baeza, por ejemplo, “el casco histórico se barre a mano porque las barredoras no pueden entrar en la zona protegida”, decía su alcaldesa, quien, no obstante, se considera muy afortunada porque crece el turismo –es evidente- aunque también los costes un 10%. O sea, la declaración de Ciudad Patrimonio de la Humanidad conlleva el correspondiente pelotazo con el que se abren los telediarios poniendo una ciudad en su sitio, pero esta circunstancia conlleva también la observación rigurosa de la ciudad por parte de la UNESCO, hasta el punto que cuando la alemana Dresde decidió autorizar la construcción de un puente en zona protegida –imagino que no de forma caprichosa- le fue retirada la categoría.

¿Entonces? Hay alternativas. Recuerdo el “Puente de Vizcaya” (popularmente “Puente de Portugalete”), declarado Patrimonio de la Humanidad en 2006. O sea, la obra y no una ciudad entera. Quizá éste sea el lugar de la escultura conocida como “El Doncel de Sigüenza”, que se ha convertido en icono de la ciudad. En cuanto que encaja perfectamente en uno de los muy diversos requisitos necesarios para que sea tenida en cuenta como es “Representar una obra maestra del genio creativo humano” y, además, alojado en una espléndida catedral cuidada por sus titulares y colaboradores como en los últimos tiempos como jamás hubiéramos soñado. Eximiría de toda la servidumbre que conlleva la catalogación como Ciudad Patrimonio de la Humanidad al tiempo que el turismo crecería notablemente con la presencia de este nuevo punto rojo en el mapa artístico mundial con sello UNESCO y la ciudad, de 4.300 habitantes con tendencia descendente y pedanías vacías, no se vería, como las que recuerda el artículo citado, “asfixiada” económicamente. La catalogación o designación de la escultura de El Doncel de Sigüenza como Patrimonio de la Humanidad, de impacto muy similar, parece más adecuada y hace años que venimos proponiéndolo a las autoridades locales que se vienen sucediendo en el gobierno de la ciudad. 

Qué gran viernes fue el pasado 17. Apenas diez días transcurridos y zas, otra mañana de Reyes. Sólo que al abrir el paquete había un vale por una ciudad UNESCO, y sin fecha, que a lo mejor ni nos cabe en la casa. Quizá un cambio y nos quede mejor nuestra talla. Suele pasar.