Payasos

02/11/2018 - 12:17 Antonio Yagüe

Hoy, cuando celebramos los 40 años de la mejor Constitución que hemos tenido nunca en España, basta observar la llegada al corralillo de políticos en tropel. 

Tengo clavado en mis recuerdos de niño de pueblo que la gente mayor siempre hablaba con las palabras justas, como si costasen dinero, y casi siempre con justas palabras. Salvo el cura en los sermones y los campellanos, recoveros y charlatanes que venían a cambiar, comprar o vender algo. Muy de vez en cuando, en charlas animadas con alguna fanfarronería entre vinos, cervezas o copas en la tienda/taberna de la tía Eugenia. O si venían titiriteros y alguno ejercía de payaso.

  Con los años he comprobado que ser payaso es una de las profesiones más difíciles, dignas, necesarias y saludables. Sin ellos no podríamos vivir. Son terapia pura. Si no hubiera, habría que inventarlos. Son admirables. No tiene que ser nada fácil mantener la atención del público durante tiempo e incluso, aparcando preocupaciones y penas, sacarle a la gente una sonrisa. Hay que valer, como para casi todo.

Parece que también les ha llegado la competencia. Y muy feroz. Periodistas, entre los que me incluyo,  y políticos, se lo hemos puesto muy difícil.  En prensa,  webs, radio y, sobre todo, en televisión, donde el espectáculo callejero y los platós con risas prefabricadas y de invitados pagados le va como un guante al medio. Antes nos ceñíamos a la encomiable tarea de contar lo que pasa. Los políticos también vendían motos, pero con la solemnidad del “puedo prometer y prometo” o la propuesta de leyes para gobernar “sin acritud”. Sin desenterrar fantasmas ni Españas pasadas,  y buscando consensos.

Hoy, cuando celebramos los 40 años de la mejor Constitución que hemos tenido nunca en España, basta observar la llegada al corralillo del Congreso de los Diputados de políticos en tropel, repartiendo besos y abrazos, con asesores, guardaespaldas y periodistas/os mercenarios o de la claque. Y sus actuaciones, “canutazos”,  bravatas y deposiciones en el ‘hemicirco’. No digamos ya en las llamadas comisiones de investigación o ‘embestigación’, donde abundan los guiños, insultos ordinarios y diputados bufones y rufianes que ni en los mejores sainetes, farsas o entremeses de los siglos de Oro.

  Duele ver sobreimpresa en la pantalla la palabra “Político” o “Periodista” cuando debería poner “Tertuliasno”,  “Ganapán”, “La voz de mi amo”... O simplemente “Payaso” y a continuación el medio o las siglas y cargo. No está bien tratar de engañar a los niños.