Pedro Herranz: la vocación de servir

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Carlos Osorio - Molina de Aragón
Pedro nació en Adobes (Sierra de Molina) el 14 de Agosto de 1947, o sea que es ya un “sesentón”, aunque sigue pareciendo un mocete, con esa vitalidad que tiene.
Buscando un sitio desde el que poder servir a los demás, se hizo cura, después maestro, y hasta hace poco ha dedicado los cuatro años más duros y esforzados de su vida a una tarea nada fácil: ser alcalde de Molina de Aragón.

Molina es una villa adusta y fría, rica en su historia y pobre en su renta. Molina vivió siempre sometida a los señores feudales, hidalgos encorvados bajo el peso de sus títulos que exprimieron la ubre de esta tierra mientras dió leche y que luego la abandonaron a su suerte cuando ya no quedaba ni una gota. Yo, siempre que llego a Molina y veo ese cartel que dice: “Molina de Aragón, señora del señorío” siempre pienso que le falta una “T”, pues debería decir: “Señora del señorito”. Así quedaría mejor descrita la tarea de estos “grandes señores” que tanta importancia se han dado siempre y que tanto han contribuído a que Molina sea hoy una de las comarcas más pobres y despobladas del reino.

A Molina se ha dedicado Pedro con todas sus fuerzas para tratar de humanizar esta tierra dura y para intentar, desde la alcaldía, relanzar una comarca tan desamparada como la tierra molinesa. Desde el principio Pedro contó únicamente con el pueblo llano, ya que las fuerzas vivas del lugar, los ricos, los reaccionarios, la jerarquía eclesiástica local, se pusieron en guardia ante un hombre que “amenazaba” con trabajar por la justicia.

Al poco tiempo, Pedro se acostumbró a recibir insultos y amenazas de los que no querían que nada cambiase. Pero no se amedrentó, siguió adelante con una energía fuera de lo común, dispuesto a hacer su trabajo.

Estos son los hechos: Hoy, al cabo de los cuatro años en la alcaldía de Molina, se empiezan a recoger los frutos de su esfuerzo. Frutos que se concretan en las siguientes realizaciones: Construcción de un Centro de Salud; Proyecto de creación de un Parador de Turismo; Rehabilitación del muy deteriorado centro histórico; Recuperación de la margen del río como paseo fluvial; Restauración de la Torre de Aragón y Prado de los Judíos en el Castillo; Apertura de un centro de la UNED; Creación de una depuradora que evita la insalubridad de las aguas del Gallo y el Tajo; Rehabilitación del Instituto viejo; Creación de las Clases de adultos, Rehabilitación del archivo histórico, Duplicación del espacio de la biblioteca pública, Rehabilitación del Centro de la mujer, celebración del Congreso de Ciudades Sostenibles, instalación de una industria de prefabricados de hormigón…
Y no voy a dejar de mencionar una de las tareas más meritorias que ha desarrollado Pedro en este tiempo: la de volcarse con los inmigrantes, con la gente más desfavorecida. Pedro estableció en Molina un plan de atención integral a inmigrantes. Se preocupó de que todos estuviesen empadronados, de que aprendiesen el español, de orientarles en la búsqueda de empleo, de facilitarles una vivienda. Tanto se preocupó de estas gentes que hasta dedicó sus vacaciones a conocer Rumanía y a darles allí clases gratuitas de español para que viniesen con algunas nociones de nuestro idioma.

Una noche, a las tantas de la madrugada sonó el móvil de Pedro. Era la Guardia Civil: -Señor Alcalde, estamos detectando movimientos extraños en el Ayuntamiento. -¿Cómo?-contestó Pedro- ¿Qué clase de movimientos? -Hay alguien dentro de su despacho. -¿Alguien en mi despacho? …Pues claro, soy yo, que me he quedado a terminar un trabajo.

No había ningún extraño. Era el propio Pedro. Pero hay que entender a la Guardia Civil: nunca antes habían visto a un alcalde que se quedase a trabajar hasta altas horas, y Pedro lo hacía cada dos por tres. Un exceso de trabajo que llegó a poner en serio peligro su salud. Un esfuerzo desmedido, totalmente altruista, sin llevarse nada a cambio.

Una labor que no se le ha reconocido en absoluto, pero que sin duda ha hecho que hoy Molina sea un sitio mejor para vivir, porque Pedro ha dejado una semilla que más pronto o más tarde va a fructificar.