Persisten las dudas
27/04/2011 - 00:00
El Gobierno acaba de hacer públicos los datos de la marcha del déficit público. Se felicita de que haya disminuido y de que los relativos a las cuentas del Estado estén más o menos en lo previsto. Teniendo en cuenta que desconocemos lo qué está ocurriendo en las Comunidades Autónomas y entes locales y dado que hay partidas enormes como la de la Sanidad que acumula más de 12.000 millones de euros sin contabilizar, no entiendo dónde está la razón para sacar pecho. Somos el cuarto país de la Unión Europea con mayor déficit. Antes de nosotros están los tres países que han tenido que ser rescatados, lo cual llama a la reflexión y no a estar encantados. Creo, sinceramente que las cifras que nos están dando hay que ponerlas cuando menos en cuarentena, debido como digo a las partidas que no se están contabilizando, pero que están ahí acechando y que algún día habrá que pagarlas y contabilizarlas.
En todo caso, tener un déficit público en este momento por encima del 9 por ciento es una burrada. Y lo es porque, se han reducido poco los gastos, la recaudación cae y no hay actividad por ningún lado que nos haga albergar alguna esperanza de que ese mal dato vaya a mejorar en los próximos tiempos. Hay que tener en cuenta además que las dos grandes partidas de gasto: Prestaciones por desempleo y servicio de la deuda no van a reducirse. El paro sigue aumentando y pagamos por nuestra deuda lo que nos demandan los mercados para hacerse con ella.
En la última subasta de letras ha habido que pagar intereses casi un 60 por ciento más caros que en la anterior subasta. No se fían y piden más. Así que las perspectivas son dramáticas. La economía está absolutamente parada y el Gobierno, ante la inminencia de unas elecciones y con un PSOE abierto en canal, más parado todavía. Esto se traduce en que las reformas necesarias siguen sin rematarse y a la imprescindible reducción del gasto público en empresas, organismos, subvenciones y demás partidas absolutamente prescindibles, no se le hinca el diente. Al Gobierno hay que pedirle más trabajo, menos electoralismo y que se arremangue. Los ciudadanos se lo están pidiendo a gritos. No digamos ya los cinco millones de parados, muchos de los cuales no tienen en un horizonte ni cercano ni lejano, ninguna esperanza.