Personalidad democrática

23/11/2014 - 23:00 Jesús Fernández

Un análisis extensivo de la sociedad nos indica que está compuesta de pluralismo y de diversidad. Lo que hace falta es que ello no se convierta en ruptura y enfrentamiento. Estamos viviendo mucha división, demasiado conflicto y una gran convulsión entre los ciudadanos. Sin embargo, tenemos que luchar por la unidad. Esto sucede, igualmente, a nivel europeo. La unidad es el futuro de la cultura nacionalizada. La sociedad es como una niebla donde buscamos la realidad más allá de la apariencia, la figura más allá de la silueta o de la insinuación. La personalidad democrática tiene tres avances, tres niveles de construcción: la conciencia propia de lo que somos, la percepción que los demás tienen de nosotros y, finalmente, lo que realmente somos, sin observación ni expectativas. Pero por encima de todo eso, está el sentimiento de llegar a ser, querer ser, superarse. El superhombre forma parte del hombre en el humanismo moderno. Los ciudadanos están decepcionados, perplejos y angustiados ante los rasgos de nuestra personalidad y conducta democrática que se observan todos los días. La polarización y escisión de la conciencia social está muy arraigada y pronunciada entre nosotros. Se vive más la forma de existencia de unos contra otros que la existencia de unos con otros. Comienza a generarse un sentimiento de culpabilidad en el pueblo pues se siente responsable, colaborador y cómplice de tanto desastre y desajuste en la vida democrática de la colectividad. En esta actuación (o no actuación) de la sociedad, silenciosa y cómplice, hay que buscar el remedio a tanta inmoralidad como recorre la vida pública de este país. Nadie critica, nadie denuncia porque, en el fondo, todos esperan que algún llegue a ellos la oportunidad de aprovecharse de la democracia entendida como permisividad. Aprovechad la ocasión de enriqueceros ahora que hay impunidad, parece sonar la invitación de muchos al egoísmo e individualismo en política.
 Y luego está la conducta de los políticos o politiqueros que decía Unamuno. El político tiene pensamiento y personalidad de estadista, el politiquero, por el contrario, es un oportunista y pícaro de la estrategia, organizador y recopilador de votos. Por mucha democracia que exista, seguimos en un dualismo social estructural o alienación política como decía Marx: los que mandan, por un lado y los que obedecen por otro. Qué fácil es ser rebaño. Lo difícil es ser crítico de la libertad con libertad. Más dualismos: la clase oficial o gobernante y la población o gente anónima y vital que sufre y siente sus tragedias diarias y en solitario. Lo malo de la división no está en ella misma sino en la falta o capacidad de reconciliación o convergencia. Este es el sentido explicativo y la razón de muchos movimientos actuales en política local o doméstica. Hay rechazos muy radicales y ninguna fidelidad profunda a nuestro ser común y constitucional. El triste y sombrío panorama actual, económico y político de nuestra sociedad y democracia, corresponde a todos los ciudadanos corregirlo y alumbrarlo desde la luz de los principios democráticos de nuestro tiempo.Â