Plácido Ballesteros, el historiador sabio y prudente


Ha sido siempre un funcionario fiel a todos los equipos de Gobierno que han ido sucediéndose en la Diputación Provincial siendo él jefe del Servicio de Cultura, puesto que ha ocupado hasta su reciente jubilación.

En el atardecer del verano de 2024, mi amigo, compañero y jefe del servicio de Cultura de la Diputación Provincial-en ese orden de prelación-, Plácido Ballesteros San José, se ha jubilado después de casi 40 años de esforzado y buen trabajo por y para la institución que rige desde 1813 los destinos de la provincia de Guadalajara, simultaneados con su labor de investigador y, especialmente, de profesor asociado de historia medieval, su especialidad y pasión, en la Universidad de Alcalá. Me he pensado mucho los adjetivos con que quería y, sobre todo, debía, despedir profesionalmente a Plácido porque no deseaba que los inflamaran el afecto y la amistad que nos unen, pero tampoco hubiera sido justo que esas mismas circunstancias de cercanía rebajaran la intensidad de los que, con equidad y justicia, es merecedor. Finalmente, recurriendo a la historia en la que él es doctor con todo merecimiento, no sólo académico sino también vocacional y profesional, me he decantado por sabio y prudente, los sobrenombres con los que son conocidos dos de los más importantes reyes de la historia de España: Alfonso X y Felipe II. Plácido dista mucho de ir de rey por la vida; bien al contrario, siempre transita por ella con humildad e, incluso, se presenta como “un chico de pueblo”-de su querido Albalate de Zorita- que tuvo la suerte de estudiar interno con los padres Somascos, primero en Tarancón, después en la provincia de Pontevedra y, finalmente, en Aranjuez, desde donde salió muy preparado para licenciarse en Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Plácido es sabio porque sabe, no mucho, sino muchísimo, y no solo de historia, pero especialmente de ella y, dentro de ella, de la época medieval; al tiempo, es prudente porque su actitud ante la vida es de absoluto respeto a las circunstancias y a las personas, y, cuando ve un abismo, en vez de dar un paso al frente como hacemos los curiosos y osados-más bien temerarios- da dos atrás y pone una señal advirtiendo peligro, para él mismo, pero también para quienes se acerquen al precipicio detrás de él. “Dar es señorío, recibir es servidumbre”, es el viejo lema de la familia Mendoza; Plácido es de los que siempre está en señor.

Conocí a Ballesteros cuando ambos moceábamos, expresión muy propia de mi recordado y querido amigo Pedro Lahorascala, si bien yo aún andaba a la gresca con mi última etapa adolescente y él era un joven consolidado. En realidad, nunca he dejado de tener un punto adolescente -rebeldía, algo de ciclotimia, inquietud permanente… y no quiero dar más pistas-, sin embargo, él era ya maduro cuando aún le tocaba ser joven. Y, ahora, claro, está en la posmadurez, que es el tiempo intermedio entre la madurez y la vejez, esta última una etapa que le deseo llegue, al menos a su estado de ánimo y actividad, lo más tarde posible porque aún tiene mucho que aportar en esta hora de la jubilación que, etimológicamente, tiene el mismo origen que “júbilo”. Porque jubiloso es concluir tu vida profesional y poderte dedicar con toda la intensidad a tu familia y aficiones.

Cuando conocí a Plácido, a finales de los años setenta del siglo pasado, él era presidente de la asociación cultural “Al Balat”, de su pueblo. España vivía la etapa inicial de la Transición y la política bullía por todas partes, aunque siempre en dirección hacia la libertad, pese a que aún hubiera un largo camino que recorrer para alcanzarla. Los pueblos de la provincia llevaban más de dos décadas desangrándose poblacionalmente, si bien en las de los setenta y los ochenta esa sangría fue aún mayor hasta el punto de que el mínimo de población de Guadalajara en la serie histórica se produjo en 1981, cuando el censo provincial total apenas superó los 140.000 habitantes. Pese al debilitamiento social y económico de las sociedades rurales que la despoblación conllevó y sigue conllevando, en aquella etapa surgió un fuerte movimiento asociativo socio-cultural en la provincia, inspirado por la brisa de libertad que entonces se percibía. Incluso estuvo a punto de constituirse una federación provincial de asociaciones culturales que, finalmente, no llegó ni a echar a andar porque faltó liderazgo y empeño para ello y sobró intención política por parte de algunos. En ese movimiento asociativo cultural de aquel momento, siempre destacó la asociación de Albalate que presidía Plácido. El centro cultural del pueblo, que casi 50 años después aún sigue activo, era un referente en la comarca y gran parte de la provincia porque pocos, muy pocos municipios disponían de un continente permanente, amplio en espacio y bien dotado de medios para que en él se hiciera cultura de calidad y de manera regular. Las programaciones de actividades de “Al Balat” de aquella época competían en nivel y capacidad de convocatoria, incluso con las que se hacían en la capital. Y Plácido estaba ahí, liderando ese proyecto cultural mientras terminaba de formarse como historiador y comenzaba a trabajar de investigador y archivero, primero como becario de la entonces naciente Junta de Comunidades y, ya después, de la Diputación Provincial, donde pronto destacó por su laboriosidad y competencia, ganó merecidamente su oposición y en solo unos años alcanzó la jefatura del servicio de Cultura, puesto que ha ocupado hasta su reciente jubilación. Circunstancialmente, y más por amistad con el entonces alcalde y amor a su pueblo que por razones de interés y ambición personal, Plácido fue concejal de Cultura del ayuntamiento albalateño durante cuatro años. En cuanto consideró cumplida su misión municipal de contribuir a serenar ánimos y reconducir el ayuntamiento hacia el sentido común y la convivencia con una perspectiva de inquietud cultural, Ballesteros dejó la política y la política le dejó a él porque ambos nunca se han gustado. Ofertas para ir en listas de distintos partidos y propuestas de ocupar cargos y puestos políticos me consta que nunca le han faltado, pero jamás le han seducido más allá de su puntual y temporal compromiso por y para su pueblo aquellos pocos y muy distantes años en que fue concejal. Plácido, doy fe de ello, ha sido siempre un funcionario leal a todos los equipos de gobierno que han ido sucediéndose en la Diputación Provincial siendo él jefe del servicio de Cultura, teniendo claro que son los ciudadanos quienes los ponían y quitaban y, que, por tanto, no cabían simpatías ni inclinaciones personales para tratar profesionalmente mejor o peor a unos y otros. Somos amigos desde hace más de cuarenta años, compañeros desde hace casi el mismo tiempo y ha sido mi jefe los últimos quince años, y les aseguro que ni siquiera sé a quién vota, aunque sí se a quien no lo hace.

Vamos acercándonos al final y aún no he incidido, al menos en la manera debida, en lo mucho que Plácido ha aportado a la historiografía provincial. No obstante, estoy seguro de que aún va a aportar a ella mucho más en este su nuevo tiempo personal tras la jubilación en el que ahora no le van a ocupar más las muchas y altas responsabilidades profesionales que ha ejercido en la Diputación, en la Universidad de Alcalá y en los colectivos y asociaciones a los que pertenece y en los que ha ejercido cargos y puestos de relevancia. De hecho, actualmente es presidente de la unión territorial de Castilla-La Mancha de ANABAD, la asociación profesional que reúne a los archiveros, bibliotecarios, arqueólogos, museólogos y documentalistas de la región. También es académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y miembro activo de la Academia de Ciencias y Humanidades de Castilla-La Mancha. Además, es autor de varias obras de historia y archivística de verdadera enjundia, entre otras: La Alcarria en la plena y baja Edad Media: Transformaciones político-institucionales y humanas en la comarca suroccidental de la provincia de Guadalajara durante los siglos XI al XV-su tesis doctoral, que data de 1990 y mereció el calificativo de cum laude-, Aproximación histórica a la Alcarria Baja. Tierras de Zorita y Almoguera-escrito en colaboración con Ricardo Murillo-; Colección de guías de archivos municipales de la provincia de Guadalajara. Albalate de Zorita, Chiloeches, Gascueña de Bornova, Pioz y Uceda-del que es coautora mi también compañera y amiga Paloma Rodríguez Panizo, actual jefe del servicio de Cultura de la Diputación en funciones tras la jubilación de Plácido-,Los archivos de las diputaciones -coescrito con José Ramón Rodríguez Clave-; Evolución histórica de la Diputación Provincial de Guadalajara (1813-2013)- compartiendo autoría con la antes citada Paloma Rodríguez y con Carlos Sanz Establés- y Alvar Fáñez (Trayectoria histórica del defensor del reino de Toledo, 1085-1114). También es el autor del capítulo dedicado a Guadalajara en la plena y baja Edad Media que forma parte de la obra titulada Guadalajara: Ciudad, conmemorativa del 550 aniversario de la concesión del título de ciudad a la capital de la provincia por Enrique IV. Igualmente, escribió el capítulo titulado El castillo de Zorita en época cristiana, de la obra “El castillo de Zorita (Historia y Arqueología”, coordinada por Dionisio Urbina y Catalina Urquijo.

De la sabia (y prudente) huella de Plácido Ballesteros hay rastro por toda la provincia: En Molina y Atienza por su colaboración con el profesor de la Universidad de Granada, Guillermo García-Contreras, para el importante y ambicioso proyecto internacional de investigación arqueológica sobre la Revolución Verde Islámica en la Edad Media que se está llevando a cabo en sus respectivos castillos; en las tierras de Sigüenza y Atienza por su aportación al proyecto de patrimonio de la humanidad y su novedosa investigación sobre la reconquista de la ciudad del Doncel; en Brihuega por su trabajo en pro de la puesta en valor de su fuero y en la actividad conmemorativa del 50 aniversario de su declaración como “Conjunto histórico-artístico”; en Uceda por su colaboración con el equipo de la UAH que está investigando su castillo-alcazaba; en Alcocer por su aportación para la recuperación de la lauda sepulcral y memoria de doña María Mayor de Guzmán; en Recópolis y Caraca por su implicación y decidido apoyo a su investigación arqueológica; en la mitad norte y este de la provincia, por ser el responsable técnico del trazado de la ruta del “Camino del Cid” en Guadalajara, etc. etc. Y ahora, ya jubilado, no dudo que Plácido seguirá dando pasos y dejando huella en esta su tierra, como el gran historiador que fue, es y será siempre.