Plaza de la Esperanza

29/05/2011 - 00:00 Francisco Muro de Íscar

 
El error mayúsculo de un Gobierno autonómico ha provocado un renacimiento de los movimientos del 15-M, cuando estaban a punto de autodestruirse. Las elecciones les dieron la puntilla y los medios de comunicación dejaron de cubrir la noticia. Desde hace algún tiempo los medios, la mayoría, sigue una conducta errática que debería hacernos reflexionar. Sucede algo y se magnifica, ocupa portadas de los periódicos, casi todo el espacio de los informativos, se sigue hasta límites anecdóticos. Cuando sucede otra cosa, los periodistas y las cámaras abandonan el escenario de la tragedia o de la protesta y "vuelan" a otro sitio, donde se repite lo mismo. Casi nadie vuelve la vista atrás.

   La guerra en Libia, las revueltas de Túnez, la revolución egipcia, las matanzas en Siria, la tragedia de Japón, el terremoto de Lorca, Bildu, las manifestaciones del 15-M, las elecciones, la crisis del PSOE... Cultura de usar y tirar, información kleenex. El tsunami informativo lo barre todo y se va corriendo a otro lugar sin volver la vista atrás, sin informar a los lectores de lo que pasa después, sin interés por lo que, aparentemente, les interesó. ¿A quién servimos? Eso ha sucedido con las plazas a las que acudieron miles de jóvenes españoles. ¿Ha servido para algo ese despertar de conciencias dormidas y hartas? Tengo mis dudas. Se desperezó la sociedad civil, los más jóvenes, los más dañados por la crisis, los desesperanzados...

   Montaron el campamento de los indignados, cada uno de su padre y de su madre. Pretendieron gobernar la calle, la ciudad, la política, el mundo desde una o varias asambleas. Recibieron la máxima atención informativa y miles de personas se acercaron por allí para mostrar su solidaridad. Quisieron mover el mundo -que lo necesita como el comer- y todo puede quedar en nada. En Barcelona antes de terminar la semana fueron desalojados por la fuerza, con violencia.

   Y volvieron. En Madrid ni el ministro del Interior ni la delegada del Gobierno se atreven a limpiar la Puerta del Sol y los comerciantes se quejan de que la defensa de los derechos de unos está machacando sus derechos, sus empresas, los puestos de trabajo que generan. Nadie les escucha. En Madrid se prepara mientras tanto otra concentración mucho mayor. En pleno agosto, entre uno y dos millones de jóvenes van a juntarse para ver al Papa en la Jornada Mundial de la Juventud.

  No serán los mismos que están en estas plazas de la desesperanza, aunque tal vez algunos sí que vayan a buscar la respuesta que no han encontrado todavía. Vendrán de 182 países y de todos los rincones de España. Hay miles de jóvenes que han hecho del compromiso su bandera. Llenarán la Plaza de la Esperanza. También ellos serán portada en todos los medios y cabecera en todos los informativos de televisión. ¿Nos olvidaremos luego de ellos, de sus palabras de su compromiso, de su solidaridad? ¿Es un signo de los tiempos? Ojalá que ni unos ni otros se olviden de sus principios, de la necesidad de luchar por cambiar esta sociedad injusta que tan poco nos gusta a tantos

  

  

  

  

  

  

  

  

  

  

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