Política, orden moral y mercado
09/03/2014 - 23:00
Democracia política, orden moral y economía de mercado están muy relacionadas en el mundo actual. Todo ello se expresa cuando decimos que la estabilidad en todos los niveles favorece el desarrollo de la economía. La sociedad actual tiene que conjugar economía y moral, democracia y mercado, diferencia e igualdad, en un mundo lleno de angustias y esperanzas. Se trata de conseguir la justicia y el bienestar de todos los ciudadanos. Igualmente se trata de las relaciones entre trabajo y capital, entre trabajadores y empresarios, de la confianza entre las personas y las instituciones. Muchos autores de nuestros días dedican su tiempo a sembrar sospechas de incompatibilidad entre capitalismo y democracia. Otros proclaman o extienden dicho conflicto a las relaciones entre sistema capitalista y moral.
El sistema económico y el sistema democrático son parte del orden social y éste, a su vez, del orden moral. Tampoco la moral puede ignorar las leyes que dirigen la economía y la democracia, las cuales no pueden ser consideradas profundamente injustas por sí mismas sino respetadas en sus legítimos fines y aspiraciones. La moral no tiene competencias ni debe intrometerse en las reglas del capitalismo. Sin embargo, tiene dos funciones irrenunciables como son la orientación y la limitación. Los principios que presiden la actividad económica no pueden ser únicamente los basados en el enriquecimiento, ganancias y rentabilidades unilaterales y sin límites. Esos fines legítimos tienen que estar orientados a conseguir la justicia y la igualdad en el mundo. Por ello, se imponen unos límites, unas rayas rojas (como se dice ahora) que no pueden ser sobrepasadas. Dichos límites afectan a las estrategias y a los métodos utilizados para conseguir producción y riqueza. Un sistema, tanto en el orden económico como en el político sólo es correcto y legítimo cuando satisface las aspiraciones de todos los que participan en él. La medida de las ganancias y su distribución en el sistema económico son fijadas por la moral.
 Lo mismo sucede con el orden político o democrático. El capitalismo se acoge a la fórmula de mercado libre, transformada en la moderna expresión de economía social de mercado puesta en actualidad por el Prof. Erhard, Ministro de Finanzas con el Canciller Adenauer. En dicha función se juega el capitalismo su credibilidad. Las funciones encomendadas a los valores o dictados morales como límite de las ganancias materiales de la actividad empresarial, se traspasan ahora a los responsables del Estado democrático. Un sistema político no puede legitimar ni avalar las desigualdades sociales basadas en las desigualdades económicas y en el reparto injusto de las riquezas generadas. De ahí la intervención del Estado en una economía libre. A su vez, el Estado tampoco puede extralimitarse y caer en los monopolios o nacionalizaciones, sofocando la libertad de la que hemos hablado. También existe un Estado rico y capitalista pues hay muchos cargos públicos, empleados de sindicatos y funcionarios que viven a expensas de él, que financia su estilo de vida, sus servicios, sus hábitos y costumbres. La economía productiva tiene que alimentar la economía no productiva de la administración política e impositiva.