Por qué contra Ana Rosa

24/03/2011 - 00:00 Carlos Carnicero

   El programa de Ana Rosa lleva muchos años siendo el magazine líder de las mañanas en todo el espectro de las televisiones públicas y privadas. Su talento y su intuición están fuera de duda. Pero además, siendo un programa Light, introduce dosis de política en la que los debates -en los que yo participo- no tienen ni de lejos el tufillo amarillista de otros que se están emitiendo en estos momentos. Asisten a sus mesas de discusión ministros, líderes de todos los partidos y personalidades cuya respetabilidad está fuera de toda duda. La discusión seria debiera ser sobre los horarios y sobre los contenidos de las televisiones. Pero nadie está libre para poder arrojar esas piedras, por lo menos en las crónicas de sucesos. Todos los medios hubieran dado eco a las revelaciones de la hermana de Santiago del Valle, Isabel García. Y si sus testimonios tienen calidad psicológica para ser tenidos en cuenta en sede judicial, nadie puede salir diciendo ahora que no tiene criterio para participar en un programa de televisión, por muy terribles que sean sus confesiones. Ahora va a resultar que este personaje -Isabel García- tiene más crédito que la directora del programa de Tele 5. Hay algunas razones que abonan el acoso mediático a Ana Rosa Quintana. La primera, sin duda, su éxito.
   La segunda es que su programa, sin renunciar a la televisión espectáculo que está generalizada en las televisiones públicas y privadas, no es ni mucho menos la que peor gusto maneja. En la retina tenemos guardadas imágenes de la nieta de Franco cobrando exclusivas en la televisión pública y todo tipo de formatos en horario infantil en los que se desguazan personajes supuestamente públicos con un mal gusto que no tiene que ver con lo que se maneja en el programa de Ana Rosa. Si yo tuviera que hacer un programa, probablemente no sería capaz ni por talento ni por sensibilidad de hacer un programa de éxito como el que estamos analizando. Pero de ahí, a convertir a la periodista de Tele 5 en chivo expiatorio de la mala conciencia colectiva sobre la calidad de nuestra televisión hay un abismo que no se debe tolerar.