¿Por que hay tanta diferencia entre nuestro hospital y la residencia La Alameda?
01/10/2010 - 09:45
Cartas al director
MONTSERRAT DE LA CAL DE MINGO Guadalajara
Primero agradecer a toda la planta de geriatría del hospital provincial de Guadalajara su trato humano y su profesionalidad tanto con mi madre como con sus familiares. Mi madre falleció el pasado 24 de febrero en dicha planta y pudimos enfrentarnos a tan duro trance, intentando aceptarlo con cercanía y cariño, gracias al apoyo, al respeto y a la información y seguimiento de todos los trabajadores de geriatría.
Es triste, pero preferíamos que falleciera en una habitación impersonal del hospital que en la suya propia de la residencia La Alameda de Azuqueca de Henares, o en su enfermería. También hay personal valioso en esta residencia de mayores, pero dura poco o están quemados porque no pueden hacer bien su trabajo. A las muchas carencias de las que adolece el centro, casi siempre por falta de trabajadores, de medios y por las sucesivas direcciones que rigen el centro, hay que sumar ahora una muy grave, el actual médico de La Alameda. Hasta la propia directora reconoció que tenía muchas quejas de él y que estaba buscando sustituto; de esto hace meses y mientras tanto sigue encargándose de la salud de los 120 abuelos, la mayoría dependientes.
Con este buen señor hay que pelearse literalmente para que reconozca que un residente está empeorando, que las décimas que tiene son fiebre, que las respuestas de su cerebro o de su cuerpo han variado alarmantemente y para que efectúe los controles necesarios a tiempo que detecten una infección, un fecaloma, una deshidratación, etc.
Llevamos un año de desgaste con varias reclamaciones puestas a cuál más grave, pero expondré sólo su último e insólito diagnóstico: la última vez que mi madre fue dada de alta en el hospital, el 18 de febrero, después de 10 días en una habitación normal con otras dos ancianas hospitalizadas, estando nosotros día y noche a su lado, dándole de comer y sus medicinas pautadas, llega a La Alameda y el médico y la directora actual dictaminan que mi madre va con una infección contagiosa, que hay que aislarla (el personal debía ir con mascarillas) y que su marido no puede darle de comer como lleva haciendo toda su vida. Dura un día y medio en la residencia volviendo el 20 de febrero de urgencias al hospital, de nuevo a una habitación normal con otra enferma, sin ser aislada, sin mascarillas y con nosotros a su lado para despedirla y darle amor. Cuatro días después mi madre murió sin infección peligrosa alguna para los que día y noche respirábamos su aliento sin que nadie nos prohibiese velarla.