Por qué perdió Rubalcaba

08/11/2011 - 00:00 Antonio Pérez Henares


  1) Porque no podía ganar. Tenía, no enfrente, sino encima cinco millones de hechos y razones. La crisis y el paro, de cuya gestión es uno de los máximos corresponsables, es una evidencia tan atroz que no vale subterfugio dialéctico ni ideológico contra ella.

2) Porque de manera inaudita, subconsciente o conscientemente, dio por perdidas las elecciones dando a Rajoy trato de vencedor de las mismas y futuro gobernante "usted va a ..." llegó a decir hasta en cuatro ocasiones en el bloque de inició sin ni siquiera añadir un "si gana en las urnas" que luego ya añadió advertido por su equipo. En base a ese supuesto construyó su papel. Inquirir por el programa y actuar como si se tratara de una investidura en la que examinaba al candidato a presidente. Una especie de maestro Ciruela pretendiendo tomar lección y buscando tres pies al gato en el programa del PP. En ocasiones de manera ridícula. ¿Por qué dicen instalaciones nucleares en vez de centrales nucleares?

3) Juicio reiterado de intenciones, en base al esquema anterior y acusaciones de lo que presuntamente perpetrará cuando esté en el Gobierno. Sobre todo en la cuestión de recortar las prestaciones por desempleo. A la negación siguió una refutación evidente que se extendió en otro caso. "Me acusan de tener intenciones de hacer lo que ustedes sí han hecho", fue la lógica y evidente respuesta del líder del PP. Ante la imposibilidad de defender su acción de Gobierno durante ocho años -fue clamoroso que Rubalcaba no mentara una sola vez al presidente Zapatero, pero es que tampoco mencionó al partido, al PSOE- la idea fuerte es hacer llegar a la opinión pública las maldades que puede perpetrar el PP.

4) Rajoy no ganó el combate. Lo perdió Rubalcaba. Le otorgó, de entrada, al rival el cinturón de campeón, como si él no llevara en realidad la defensa del título (gobierno). Y en posición de aspirante se lanzó a un agresivo ataque. Pero al golpear sobre presuntas intenciones, eran en su mayoría golpes al aire que no lograron abrir la guardia ni llegar a la cara del contrario. Rajoy, sin instinto asesino dialéctico, o quizás de manera calculada permaneció impertérrito en el centro del cuadrilátero.

5) Al paso del tiempo da la sensación de que los ataques de Rubalcaba, sus inquisiciones sobre la "pagina 116 de su programa" que "dice" pero a lo mejor "quiere decir" se diluyen y pierden la fuerza gaseosa y queda una sensación aun más acrecentada de que Rajoy salió incólume y que eso era más que suficiente para él. Algo sorprendente, porque la lógica supondría que él hubiera debido ser el retador. Pero no fue ni es así, porque existe la sensación, y ahora más, de que el pescado está vendido.

  Dicho lo anterior, y excepto en el bloque inicial, el debate fue pobre de solemnidad, obviando temas cruciales, sin altura y con déficit claro de recursos dialécticos, contundencia de expresión, transmisión y empatía. Por parte de ambos y encorsetado, aunque menos que otras veces, por el formato pactado. Rajoy, lo reconocen hoy todas las encuestas y los titulares de los medios, hasta los "enemigos", salió airoso del trance. Rubalcaba no salió malparado.

  Quizás porque mientras el primero tiene como objetivo la Moncloa el otro en realidad lo que pretende es quedarse simplemente como mandamás simplemente en Ferraz. Y ahí sí que Rubalcaba tuvo discurso para la parroquia y, sin quitarle un voto al otro, tal vez logró repescar alguno de los suyos.