Por qué Vindicaciones


Ninguna de las conquistas que han tenido lugar en relación a la igualdad entre las mujeres y los hombres han sido fruto de la casualidad o de la evolución natural de la sociedad.

Desde que vio la luz esta columna son muchas las personas que me han preguntado el porqué de su nombre, Vindicaciones. Así pues, ahora que estamos a punto de comenzar el nuevo año, me ha parecido oportuno compartir con quienes quincenalmente nos leen una explicación al respecto.

En 1792, la inglesa Mary Wollstonecraft escribió una obra que resultó trascendente para el devenir de la historia, considerándose su publicación uno de los momentos fundacionales del feminismo. Vindicación de los derechos de la mujer marca el camino de las mujeres en su lucha tenaz por conseguir el estatus de ciudadanas, empezando por los derechos educativos y prosiguiendo, más adelante, con los de carácter civil, laboral o político, como el derecho al voto.

El concepto de ciudadanía, emblema del nuevo régimen que empezó a abrirse paso en las postrimerías del siglo XVIII gracias al pensamiento de la Ilustración, al proceso de industrialización y las Revoluciones americana y francesa, era privativo de los varones, quedando las mujeres excluidas de los bienes liberales que se estaban gestando y que, además, configurarían los cimientos de la arquitectura del mundo actual.

Retrato de Mary Wollstonecraft. Fuente: The British Museum.

Ninguna de las conquistas que han tenido lugar en relación a la igualdad entre las mujeres y los hombres han sido fruto de la casualidad o de la evolución natural de la sociedad. Detrás de todas ellas encontramos la reivindicación de muchas mujeres -y también de algunos hombres, afortunadamente cada vez más- que desde hace casi tres centurias se ha ido organizando para analizar de manera crítica la atribución diferenciada por razón de sexo de los recursos y posiciones materiales, políticas y simbólicas. Una crítica que, a diferencia de lo que había ocurrido hasta ese momento, no se conforma con la queja ante la constatación de la desigualdad, sino que va articulando un movimiento que promueve cambios sociales en favor de las mujeres que, al fin y al cabo, benefician a la sociedad en su conjunto.

Con admirable osadía, Wollstonecraft rebate las ideas misóginas de Rousseau y expone, empleando precisamente los argumentos ilustrados acerca de la dignidad y la libertad del hombre (entiéndase aquí hombre en sentido literal, como sinónimo de varón. No se trata de un uso sexista del lenguaje que concibiera al hombre como representante de la humanidad, sino que ni siquiera se contemplaba la posibilidad de que las féminas pudieran gozar de esas cualidades), que la supuesta inferioridad de las mujeres no se debía más que a la negación de que estas recibieran instrucción o que cuando accedían a ella, fuera de manera insuficiente incluso deficiente, por no hablar de la obstinación en no reconocer la  capacidad de las mujeres para disfrutar de autonomía y libertad.

La vida de Wollstonecraft fue tan atribulada como apasionante y, a pesar de que a alcanzó una cierta celebridad tanto por los éxitos como por los escándalos que producían sus ideas avanzadas y su vida poco convencional, tras su muerte a consecuencia del parto de Mary Shelley, la autora de Frankenstein, el paso de la sociedad georgiana a la victoriana (mucho más conservadora) hizo que la figura de esta pensadora y escritora se olvidara, rescatando su legado la inmensa Virginia Woolf algo más de cien años después, como también hizo el feminismo de las últimas décadas del siglo XX hasta nuestros días.

Podemos observar tanto a través esta vindicación como en las expuestas en otras semanas, que los logros que van obteniendo las mujeres a lo largo de los tiempos casi siempre se cobran un alto coste personal para quienes los lideran. Por ello, qué menos que contribuir con un humilde granito al granero de la historia que ayude a poner en valor que las mujeres también protagonizaron los episodios de la misma, algunos de ellos grandiosos.

Para finalizar, ya en vísperas de Nochevieja, comparto con ustedes las ganas de dejar atrás la tragedia que la pandemia ha supuesto, pero también la esperanza de que 2021 nos permita recuperar, siquiera algo, de lo que nos ha sido arrebatado: salud, trabajo y la posibilidad de fundirnos en un abrazo con nuestras familias y amistades. ¡Feliz Año Nuevo!