Portavoz
06/12/2014 - 23:00
Mariano Rajoy ha nombrado ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad al portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, Alfonso Alonso. Podía haber nombrado a un médico, a un ingeniero, a un economista o incluso haberle dado una patada hacia arriba a alguno de los más estrechos colaboradores de la dimitida Ana Mato, pero ha preferido apostar por un perfil más político. Y también por un perfil más amable y cercano para una cartera que, aunque tiene muy pocas competencias, maneja unos presupuestos muy sensibles para el ciudadano en el apartado de Servicios Sociales. A medida que se acercan las citas electorales del próximo año, el PP se está dando cuenta de lo mal que han vendido hasta ahora algunos de sus escasos logros, especialmente las reformas que comienzan a dar sus frutos en el terreno económico. Se han percatado de que el tiempo apremia y la incipiente recuperación económica no va ser suficiente para atraer los votos de quienes les apoyaron con reservas cuando este país estaba al borde del abismo. No deberían de olvidar en el PP que la mayoría absoluta de hace tres años fue posible, en buena medida, gracias a la inestimable ayuda de un inepto y aturdido Zapatero.
La economía está hoy mejor que antes; se está generando empleo, aunque sea precario; el déficit y la prima de riesgo se mueven en unos indicadores que nada tienen que ver con los que nos llevaron al borde del rescate, y nuestra imagen exterior ha mejorado bastante, algo que tampoco era difícil, a tenor de los errores del gobierno socialista. Pero, sin embargo, el desgaste provocado por los incumplimientos del programa electoral, por el desafío independentista de Artur Mas y por la corrupción generalizada han puesto al Gobierno de Rajoy al pie de los caballos. La valoración del Gobierno es mala. Y este es un problema que se soluciona saliendo a la calle a vender el pescado y mejorando el escaparate que haga visible algunos logros gubernamentales. Estoy seguro que uno de los cometidos de Alfonso Alonso es convencer a la opinión pública de que el gobierno no ha cerrado hospitales, ni ha hecho tabla rasa de los servicios sociales. Por mucho que le hayan colgado ese sambenito quienes dejaron la caja llena de telarañas y facturas impagadas.