Poulain de la Barre contra la guerra de sexos


Para Poulain el prejuicio que sustentaba la desigualdad entre hombres y mujeres era el más antiguo y universal, pero se podía erradicar a través del acceso de las mujeres a la educación.

De vez en cuando y no sin estupefacción, las feministas hemos de escuchar cómo se nos acusa de avivar la guerra de los sexos por parte de corrientes reaccionarias imbuidas, aunque no quieran admitirlo, en un profundo machismo. La realidad es que el feminismo de la igualdad nunca ha preconizado el enfrentamiento entre mujeres y hombres porque rechaza la construcción de mundos simbólicos y materiales diferenciados para cada sexo; muy al contrario, lo que históricamente el movimiento feminista ha defendido es la universalidad de los derechos y que estos sean reales, efectivos y paritarios.

En esta línea hemos de situar al galo François Poulain de la Barre (1647-1725), precursor de la Ilustración y del feminismo (del feminismo dice Amelia Valcárcel con agudeza que fue el hijo no querido de la Ilustración). Además de ser considerado uno de los padres de la ciencia sociológica, también fue filósofo cartesiano y cura. 

Poulain de la Barre pertenecía a una familia adinerada de fuerte afección católica, ordenándose sacerdote porque su padre así lo había dispuesto. Sin embargo, su conversión al calvinismo en 1688 motivó no solo el repudio familiar, sino también una persecución política que le llevó a refugiarse en Suiza, donde posiblemente formara su propia familia y se dedicara a la enseñanza (en Francia, la revocación del edicto de Nantes supuso el fin de la libertad de conciencia y culto que permitía la convivencia de católicos y de protestantes calvinistas desde hacía casi cien años).

Como buen discípulo de Descartes, promovió el racionalismo y la duda metodológica (usar la razón implica reflexión y duda, el famoso lema cogito, ergo sum; pienso, luego existo), de manera que la aplicación de estos principios a las relaciones entre los sexos le permitió afirmar que las mujeres no eran inferiores a los hombres y que la desigualdad no era natural, sino que se fundamentaba en prejuicios sociales y culturales, siendo los prejuicios opuestos a la lógica, la ciencia y la razón.

La igualdad de los sexos y la educación de las damas, de François Poulain de la Barre. Fuente: Biblioteca Nacional de Francia.

Para él, el prejuicio que sustentaba la desigualdad entre mujeres y hombres era el más antiguo y el más universal, pero se podía erradicar a través del acceso de las mujeres a la educación, lo que favorecería la presencia de mujeres en las profesiones y en los centros de toma de decisiones como el sacerdocio, la judicatura, la política, las cátedras universitarias, etc. En 1673, siendo un joven cura publicó Sobre la igualdad de los sexos. Discurso físico y moral donde se ve la importancia de deshacerse de los prejuicios y, un año más tarde, Sobre la educación de las mujeres, para la conducta del espíritu en las ciencias y en las costumbres, abundando en una de la principales reivindicaciones del feminismo a lo largo de su historia: el derecho a la educación, pero no una instrucción ad hoc, sino igualitaria. 

Así, Poulain de la Barre rompió el discurso de la guerra de los sexos, fundamentada en esa odiosa comparación de las excelencias y perversiones de mujeres y hombres que imposibilitaba reflexionar sobre la igualdad como valor y como principio. También realizó una propuesta similar a las actuales medidas de acción positiva para que hubiera leyes que resultaran ventajosas a las mujeres, pues a las féminas se les había arrebatado mucho de lo que les pertenecía como miembros del género humano: «Todas las leyes parecen haber sido hechas únicamente para mantener a los hombres en posiciones de privilegios». Abundando en esta idea de la igualdad de oportunidades, la misma Simone de Beauvoir cita a Poulain de la Barre en su emblemática obra El segundo sexo (1949): «Todo cuanto ha sido escrito por los hombres acerca de las mujeres debe considerarse sospechoso, pues son ellos juez y parte a la vez».

Acabamos nuestra vindicación como empezamos, remarcando que si algo o alguien está interesado en mantener la guerra de los sexos es el patriarcado, pues no hay nada más ajeno a dicha confrontación que el feminismo, el cual no pretende crear mundos separados ni establecer comparaciones esencialistas; simplemente observa la realidad y genera teoría científica, cuestiona las relaciones de poder entre mujeres y hombres y actúa en consecuencia. Como aseveró Poulain de la Barre, la mente no tiene sexo.