Pozancos 2005

13/09/2019 - 21:07 José Serrano Belinchón

Fue una mañana de abril. El pueblo de Pozancos me sonaba de oídas.

 Aquella fue una de mis visitas memorables. Fue una mañana de abril. El pueblo de Pozancos me sonaba de oídas, pero nunca había estado en él.  En la plazuela de Palacio, junto a la fuente, sorprendí sentado en un banco a un anciano con ciertos aires de capital. Se llamaba Francisco, don Francisco Gonzalo; un señor que sabía muchas cosas de su pueblo y con muchas ganas de hablar. Mire usted, me dijo, solo un detalle, ahí en la iglesia está enterrado el Arcipreste de Hita. No me diga, le respondí,. Fue capellán, insistió, de Sigüenza, cura de Las Inviernas, arcipreste de Hita y señor de Pozancos. Era verdad todo lo que me dijo, pero no era Juan Ruiz al que don Francisco se refería, sino otro personaje con todos los cargos, honores y merecimientos, que me contó. Quien allí reposa se llamó en vida don Martín Fernández, a cuyo enterramiento pertenecen unas piezas muy interesantes que se guardan en el museo de Sigüenza, dos pequeñas esculturas que representan al primer hombre y a la primera mujer. El mausoleo, con la estatua yacente y la tumba del referido don Martín, fueron profanados durante la Guerra Civil, y por fortuna se pudieron salvar como piezas señeras del mejor arte de la provincia, llegadas a nosotros desde el siglo XV.

            Por debajo del campanario comienza en Pozancos la leve costanilla de la Calle del Monte. A un lado los cerros y las peñas, con las aves rapaces que merodeaban en la altura, deslizándose a placer en el azul limpísimo de la mañana. Ahora una fuente más en la calle del Monte, y al lado, la alfarería que regentaban y en la que trabajaban Carlos Alonso y María, su mujer; “Alfarería del Monte”. Fue para mí el principal motivo de interés que vi en el pueblo, si bien, la exposición y venta de su magnífica obra la tenían en Sigüenza. Nunca dudé que si al cabo de los años se llegase a escribir la Historia de Pozancos, el Alfar del Monte seguiría ocupando la página de mayor interés en los tiempos modernos. De los tiempos antiguos, un solo hecho quisiera destacar; con ello me refiero a que una obra importante de nuestra literatura tardomedieval: la primera parte de el Libro de los estados, que fue escrita allí por el Infante don Juan Manuel, el de las Buenas Letras, quien la concluye con este párrafo que como conclusión transcribo, y que dice así: “Et por su consejo et por su ruego, acabó don Johan esta primera parte de este libro en Pozancos, lugar del obispo de Çigüença, martes veinte e dos días de mayo, era de mil trescientos et sesenta et ocho. Et en este mes de mayo, cinco días andados del, complió don Johan cuarenta et ocho años.