Precaución para evitar incendios

14/07/2013 - 00:00 redacción

ablar de incendios cuando rondamos la fatídica fecha del 16 de julio hace que, a cualquier alcarreño, se le pongan los vellos de punta, Y es que no es para menos si tenemos en cuenta que fue tal día como ese en 2005 cuando se inició uno de los peores siniestros que ha vivido la provincia en la última década. Más de 13.000 hectáreas arrasadas y la pérdida de 11 vidas es un lastre demasiado pesado para que lo obvie la memoria colectiva. Nos enfrentamos a un verano con un mayor riesgo de incendios debido a la reciente temporada de lluvias. Aunque parezca que las abundantes precipitaciones de los últimos meses supondrían menos riesgos es todo lo contrario. Una mayor densidad de vegetación y maleza en el campo aumentará el riesgo de incendios durante los meses de mayor calor. A esta combinación de elementos hay que sumarle parámetros como la humedad relativa, la velocidad del viento y su dirección y la sequedad de los combustibles. Muestra de todo ello es que en apenas dos días, la provincia ha sufrido tres incendios forestales, que han arrasado unas 55 hectáreas de cultivo y una cosechadora. No podemos olvidar, además, que la crisis también ha hecho mella en los dispositivos. Según los sindicatos, los ajustes contemplan, en nuestra provincia, la reducción de la plantilla en unas 75 personas, además de menos patrullas, helicópteros y torres de vigilancia. Esto se traduce en un mayor peligro para las cuadrillas, más tiempo en la respuesta de actuación y más deficiencias en la detección y extinción del fuego. Por eso, más que nunca, debemos extremar las precauciones cumpliendo estrictamente la normativa y, por supuesto, utilizando el sentido común en cualquier actividad que pueda conllevar fuego cerca del monte. La gran mayoría de los incendios son provocados por el ser humano, casi siempre de forma accidental. Toda precaución es poca. Puede parecer una obviedad pero es básico para evitar la destrucción de biodiversidad, el aumento de la desertificación, la contaminación de las aguas y la atmósfera, que son las consecuencias más directas de un incendio forestal.