Preparad el corazón

02/12/2012 - 00:00 Atilano Rodríguez


 
  En la antigüedad, la palabra «Adviento» se utilizaba para expresar la venida o la llegada de un personaje importante, como podía ser el rey o el emperador, a una región o territorio concreto. También solía utilizarse para indicar la salida de la divinidad de su ocultamiento con el fin de manifestarse y hacerse presente a sus seguidores. Partiendo de esta variedad de significados, los cristianos comenzaron a utilizar la palabra «Adviento» para referirse a la venida de Jesucristo, el Rey de los reyes y el Señor de los señores. Él se ha revelado en el tiempo y ha entrado en nuestro mundo para visitar a creyentes y no creyentes.
 
  Su amor y su salvación, aunque puedan ser rechazados, se ofrecen a todos los hombres. Durante el tiempo del Adviento, tiempo de gracia y de salvación, la Iglesia nos recuerda insistentemente en las celebraciones litúrgicas y de la proclamación de la Palabra que Dios está aquí, que no se ha alejado del mundo ni nos ha dejado solos. Desde el respeto más escrupuloso a la libertad de cada uno, Dios viene a visitarnos, llama a la puerta de nuestro corazón y espera que le dejemos entrar para ser nuestro compañero de camino. Pero Dios no sólo viene a nosotros, sino que quiere hablarnos y escucharnos.
 
   Por eso podemos presentarle en todo momento las angustias, los sufrimientos, las preocupaciones y las preguntas sin respuesta que brotan de lo más profundo de nuestro corazón. En medio de las dificultades y de las oscuridades del momento presente, podemos tener la certeza de que Dios sigue a nuestro lado para escuchar nuestras inquietudes y para clarificar nuestras dudas. Por ello, deberíamos estar dispuestos a escuchar y secundar sus respuestas en lo más profundo de nuestro corazón, aunque en ocasiones no coincidan con lo que nos gustaría escuchar. Cuando contemplamos la realidad de nuestro mundo, podemos afirmar que, en estos momentos, existen serias dificultades para recibir la visita de Dios en el hogar familiar y en la casa de nuestro corazón.
 
  Estamos tan ocupados en hacer cosas, en divertirnos y en perder el tiempo ante la pantalla del televisor que no tenemos tiempo para esperar a Dios ni para recibir su visita salvadora. Esto hace muy difícil que podamos establecer una relación de diálogo con quien se dirige a nosotros para mostrarnos su intimidad y para revelarnos su amor infinito.
 
  En medio de las prisas del momento y de las dificultades de cada día, la Iglesia, durante el tiempo litúrgico del Adviento, nos invita a detenernos y hacer silencio interior para descubrir y captar la presencia de Dios en su Palabra, en las celebraciones sacra-mentales, en el testimonio de los santos, en la pobreza de los hermanos y en la sonrisa de los niños. Que María, la Mujer del Adviento, nos ayude a prepararnos espiritualmente por medio de la oración y la meditación de la Palabra para recibir al Dios, que se hace Niño, por nosotros y por la salvación del mundo. Con mi cordial saludo, feliz tiempo de Adviento.