Presupuesto Base Cero
El presupuesto de base cero es un sistema de planificación temporal de las peticiones de gasto y organización en consonancia con las necesidades económicas de cada unidad de decisión. En esta forma de entregar fondos para el uso y disfrute de cada departamento, no se tienen en cuenta las necesidades previas, sino que periodo a periodo, se estudia y analiza pormenorizadamente cada una de las partidas. Nace en 1970 cuando Peter Pyhrr lo implementa en la empresa Texas Instruments (actualmente una de las mayores corporaciones mundiales en la fabricación de superconductores para la industria informática) y se ve como, en un entorno inflacionista como fue los años de la crisis del petróleo, es capaz de controlar los excesos y errores de una administración más preocupada por huir hacia delante que por su propia supervivencia. De ahí que Jimmy Carter, otrora gobernador de Georgia y después Presidente de los Estados Unidos, lo implementara en la administración USA a lo largo de esa década con relativo éxito social hasta la llegada de Reagan al poder.
En España, este sistema de planificación y control de costes fue ampliamente estudiado por la cátedra española de la Universidad Complutense, siendo introducido en la academia por quizá, el mejor económica que ha dado el siglo XX español, Enrique Fuentes Quintana. La razón era evidente, el palentino, como vicepresidente y ministro de hacienda, tuvo el importante trabajo de adecuar la estructura del antiguo régimen al actual con unas inercias de gasto que había que poner coto, de ahí la importancia de “romper” con un pasado que en términos económicos, chocaba con un estado moderno, impulsando el análisis racional de los gastos y las bases de la futura creación de la actual Agencia Tributaria casi una década después.
No obstante, esta forma de adecuar el consumo de las administraciones, aunque goza de prestigio técnico, consume una enorme cantidad de recursos y de tiempo para calcular realmente las necesidades futuras de cada ente. El eterno dilema que existe entre eficiencia y eficacia. Los presupuestos actuales, basados en el estudio del último ejercicio y a la consideración que su cálculo es correcto tienen varios inconvenientes y una única ventaja. En el lado positivo es su inmediato cálculo ya que consolidan porcentajes de crecimiento o de reducción sobre el ejercicio previo (“creo que este año vamos a gastar un 4 por ciento más....la inflación se come este porcentaje y vamos a necesitar aumentar dichas partidas por esta causa”) pero por contra, no se cuestiona absolutamente nada de las decisiones anteriores. Es decir, todo el campo es orégano, lo cual en absoluto supone una reflexión profunda y sosegada de la realidad. La absoluta unanimidad de países europeos, por agilidad presupuestaria, calculan los presupuestos sobre lo realizado en los últimos doce meses, pero cada vez más voces claman por un ejercicio de responsabilidad presupuestaria. ¿Es este el mejor presupuesto que se puede hacer? Chile ya ha puesto el grito en su Parlamento para romper estas tendencias anuales.
En estos días, entre rebrote, inicio de curso, primeros escalofríos en las terrazas y terrorífica incertidumbre por el otoño más caliente (en sentido social) de los últimos años, se debaten en los pasillos del Congreso (con poca luz y taquígrafos) los presupuestos del año 2021. Es una oportunidad única para cuestionarse el destino de los fondos públicos ya que, actualmente existe una caída estimada de la recaudación del 20 por ciento anualizado (sobre datos del PIB) y hay un ostensible aumento de los gastos derivado de la lucha contra el covid. Si un shock de proporciones dantescas, no es capaz de producir una reflexión sincera sobre el uso y disfrute de la recaudación, mal vamos. En este estéril debate entre grupos políticos, se analizan tan solo unas pocas partidas ya que, debido a este presupuesto de valoración anual, entre el 90 y el 95 por ciento de todo lo que se entrega, ya está comprometido y no permite modificaciones. En términos de estética legislativa, tan solo se discute cortar las puntas, pero en ningún caso ni el peinado, ni las mechas. Pan, circo y mascarillas mientras la Unión Europea escudriña con muchísimo detalle todos y cada uno de los movimientos del ejecutivo patrio mientras se discuten ayudas públicas comunitarias y peticiones de gasto fuera del actual contexto de crisis sanitaria y futura debacle económica. Para muestra, las actuales marchas y concentraciones en defensa de la hostelería y el turismo. ¿De verdad que un país como España puede permitir que el 35 por ciento de su PIB esté con restricciones auto impuestas? Spain is different. Visit (por favor) Spain.
Es por ello, que puestos a cerrar los chiringuitos playeros por riesgo de contagio, se haga un humilde ejercicio de reflexión presupuestaria y de verdad se cierren los auténticos chiringuitos urbanos que no generan oficio ni beneficio social. Los primeros generan impuestos, los seguros se lo comen año a año sin miramientos. Si Enrique Fuentes Quintana levantara la cabeza, aparte de darse con la tapa, miraría las dos España: la de la persiana bajada y la de la boca abierta. Y gritaría a ambos su mantra “Sin riqueza, solo hay deuda”. Pues eso.