Prometer es gratis

14/05/2011 - 00:00 Victoria Lafora

 
Aunque en esta campaña se está hablando más de política nacional que de propuestas concretas para autonomías y municipios, lo cierto es que los candidatos se prodigan en promesas imposibles de cumplir. Lo honesto sería que los aspirantes a presidir una Comunidad Autónoma o un Ayuntamiento dijeran que vienen tiempos de apretarse el cinturón, que las arcas están vacías, que la inversión en obra pública va a ser precaria por no decir inexistente. Contar a los votantes, por ejemplo, que solo el Estado Central está cumpliendo los objetivos de déficit público, que las autonomías han superado su techo de gasto y que estas alegrías se han acabado.
   También sería bueno dejar de hablar de creación de empleo por parte de los futuros alcaldes. Bastante van a tener que esforzarse para pagar a los proveedores a quienes se deben cantidades millonarias que han llevado a multitud de empresas a la quiebra. Esa es la realidad; lo demás son los habituales espejismos de las campañas electorales, donde todo lo que se ofrece sale gratis, incluso cuando se ofrece lo que no es propio. Los ciudadanos deberían saber también que todo este despliegue de banderolas, pancartas, vallas, en las que se incluso aprovecha para ridiculizar al contrario, va a costar entre veinticinco y treinta millones de euros a los partidos, que viven de las subvenciones públicas, porque si tuvieran que hacerlo de las cuotas de sus militantes habría cerrado por quiebra el primer año.
   Es decir, vamos a pagar con los impuestos, durante dos semanas, los viajes por toda España, la parafernalia de los mítines, las visitas a los mercados y los besos en las residencias de ancianos. Todos los expertos coinciden en que, hoy, este modo de acercarse a los votantes es poco eficaz, que tal acumulación de citas electorales, tan cercanas unas de otras, hace que los electores no atiendan los mensajes por conocidos. Sin embargo los líderes políticos siguen aferrados a sus mítines rodeados de una militancia entregada, donde el calor humano y los vítores les convencen de que la victoria está próxima. Podrían ahorrar mucho dinero aceptando simplemente, pero valientemente, las ofertas de todas las televisiones para llevar a cabo debates en los que poner sus propuestas encima de la mesa.
    Eso es lo que la gente quiere ver, lo que se hace en Estados Unidos y en los países europeos con una larga trayectoria democrática. También es eficaz, según los técnicos, comparecer en la pequeña pantalla y someterse a las preguntas de un grupo de periodistas. Eso también es gratis. Pero debatir conlleva el riesgo de que los argumentos y la dialéctica del contrario te deje en mal lugar y, frente a esa incertidumbre, surge el miedo escénico. En cuanto a responder a los periodistas, es una práctica democrática a extinguir. Porque hacen preguntas incomodas y meten el dedo en el ojo con temas como la corrupción. Dentro de una semana veremos los resultados.