Punto y seguido

30/07/2018 - 13:50 Javier Sanz

Que Casado no es Suárez, como se quiere, a la vista queda, entre otras cosas porque Suárez sólo hubo, y habrá uno.

Se votó, cierto, pero cómo. No bastó la primera vuelta –¿por qué?– y la casta del partido corrigió el tiro de la plebe. Las baronías, prietas las filas, orientaron el voto de sus notables. El Padrino IV, las familias, vamos. Democracia orgánica y p’alante.

Pablo Casado se llama la esperanza azul. Hace un año exacto, en el aeropuerto de La Aurora, Guatemala, le pregunté por el otoño caliente que se preveía en Cataluña. “Sin problema, va a salir todo muy bien”, me contestó. Me dio la impresión de un joven de poco fuste político, pese a los años en nómina a la sombra de Aznar, a quien organizaba el papeleo. Que Casado no es Suárez, como se quiere, a la vista queda, entre otras cosas porque Suárez sólo hubo, y habrá, uno. La siguiente generación, entonces fresca, se rajó en Toledo y al día siguiente coincidimos en Las Ventas, tal era la preocupación de Adolfo Jr. Un Bono ya desgastado y con las alargadas sombras de sus muchos cipreses plantados en las cercanías de las tumbas, lo despachó en el segundo asalto.

Pedro Sánchez, que tampoco es el Conde Duque de Olivares, les ha hecho un siete en el tapete de la mesa de billar de esquina a esquina. Con minoría máxima ha destrozado un partido. Ha mandado al jefe a Santa Pola en veinticuatro horas y, con la peor consejera en política, las prisas, los viejos sastres de Génova, que visten a su vez como López Vázquez, han cortado la gaviota por la mitad: 57-43 son las medidas de un traje que les tira por todas partes. Como dirían en Atienza, “un pan como unas ostias”.

Queda el máster. Que es lo de menos. A ver cómo explicamos ahora a los nietos que un señor que tardó siete años para aprobar dos cursos universitarios aspira nada menos que a la presidencia del Gobierno de la nación, aclamado por sus huestes, al menos la mitad. Sobre todo a los que con dos carreras se están preparando al pie de la letra un temario de ochenta lecciones para empujar una camilla en La Paz.