Que no, que España no es Grecia

30/06/2011 - 00:00 Fernando Jáuregui

 
Quedan los ecos del debate sobre el estado de la Nación, tan inútil en términos prácticos -no se recuerda que jamás se haya puesto en práctica resolución alguna que haya salido de estos actos parlamentarios-, pero tan útil como espectáculo político. Un debate, al fin, romo, con pocas ideas y caballeroso, en el que un presidente muy fustigado política, social y hasta familiarmente -así lo sugirieron algunos portavoces de otros grupos, al parecer tras algún lamentable episodio del que Zapatero y su esposa fueron víctimas-, comenzó su larga despedida. O no tan larga, quién sabe, porque las apuestas sobre la fecha de las elecciones generales son muchas y variopintas: puede que ni el propio Zapatero, sometido a los imprescindibles acuerdos parlamentarios con los nacionalistas, sea capaz aún de precisar si, como él quisiera, agotará la Legislatura o si, falto de respaldo para los Presupuestos, habrá de adelantarla.

   Pero, en el fondo, y aun admitiendo, como más arriba dije, que el debate estelar del año parlamentario sirvió para poco, o para nada, debo añadir que no me dejó tan mal sabor de boca: hay consenso tácito en que Zapatero ha de irse, en que su sucesor será Mariano Rajoy... y creo que también en que nada será como hace tres años. Es precisa una política de renovación a fondo, alejarse del 'Estado caradura', cuyos representantes dicen una cosa en privado y otras en público, e iniciar la era de los grandes acuerdos. No he hablado con un solo político, y en las últimas horas lo he hecho, en los pasillos del Congreso, con muchos, que no acepte como buenos estos planteamientos. Y es que, con todos sus defectos, fallos, claudicaciones y torpezas, España sigue teniendo la potencia de un gran país, en el que lo peor es la tendencia de nosotros, sus habitantes, a negarnos como nación de presente y con futuro.

   El estado de la Nación es muy mejorable, desde luego; pero España, definitivamente, no es Grecia. Ni Zapatero es Papandreu, ni el PP de Rajoy es la Nueva Democracia helena, ni los funcionarios españoles son como los sesteantes funcionarios griegos, ni nuestra clase media es refractaria a pagar impuestos, ni nuestros 'indignados', con alguna excepción aislada y bochornosa, son como esos manifestantes griegos. Y no, tampoco la policía actúa aquí igual que allí, ni nuestra Administración trata de engañar permanentemente a la eurocracia de Bruselas. Ni nuestros debates parlamentarios son como los que se celebran en Atenas. A lo mejor resulta que tampoco la situación económica española, por mucho que algunos por aquí, y otros en algunos medios anglosajones, se empeñen, es la misma que padecen en Grecia. Así que esbocemos, al menos, una tenue sonrisa.

  

  

  

  

  

   

  
 
    
 
 

 

  

  

 

 

  

  

  

 .