Que se mueran los pobres

19/09/2011 - 17:46 Rafael Torres

No pagar lo que se compra es lo que tiene, que te cierran el grifo, aunque también el que lo cierra pudiera infringir, como dice Strauss-Khan que hizo en Nueva York, una "norma moral". Roche, la poderosísima multinacional farmacéutica que recientemente, encima, dio el pelotazo del Tamiflu como remedio infalible y único contra la Gripe A que iba a diezmar la población del mundo, ha dejado de abastecer sus específicos contra el cáncer a algunos hospitales públicos griegos, que no le pagan, y ha avisado que podía hacer lo mismo con los centros sanitarios españoles que hacen lo mismo que los griegos desde hace más de dos años. No estaría de más que los pobres, que son los que pudieran quedarse sin los antitumorales que les salven la vida, a menos que los compren en las farmacias con el dinero que no tienen, no estaría de más, digo, que se quedaran con las caras de los sinvergüenzas que administran la Sanidad pública mediante el procedimiento de no pagar a los fabricantes de las medicinas que les compran, para que, si las ven en los carteles electorales postulándose de nuevo, no les voten. Es lo menos que puede hacerse, no votarles, con los que juegan alegremente con la salud y la vida de las personas.
Ahora bien; la decisión de Roche no deja de tener, también, delito. Es verdad que le deben un dineral, pero no lo es menos que esos mismos Estados llevan enriqueciendo a la compañía suiza desde hace muchísimos años. Es mucho, ciertamente, lo que le deben, pero muchísimo más lo que le han venido pagando por medicamentos cuyas patentes tenía apalancadas, cegando la existencia de más asequibles genéricos. Esos miles de millones de euros que Roche gana cada año pese a la morosidad de clientes irresponsables o en apuros, la inhabilitan para una acción tan antisocial, tan inhumana, como la de negarle los elementos de curación a los enfermos que los necesitan.
   Roche ha llegado a donde los políticos insensatos y pusilánimes le han permitido llegar, pero algo de dignidad y de fuerza ha de quedar en las sociedades para invitar a la compañía suiza a que pare, medite y dé un paso atrás.