Querido hijo, me pides un justificante que te exima de cursar la religión,
01/10/2010 - 09:45
Cartas al director
PEDRO MORENO / Guadalajara
Así comienza la carta que el francés Jean Jaurés, 1859-1914, fundador del periódico L´Humanité, dirige a su hijo. ¡Se pude imaginar el lector cual era la petición del hijo!.
Abierto el período de matriculación para el próximo curso, la Delegación Diocesana de Enseñanza con el lema Familia, Parroquia, Colegio, JUNTOS para la formación religiosa católica- está llevando a cabo una campaña de sensibilización dirigida a padres y alumnos para animar a que unos y otros opten por la asignatura de religión católica.
A estas alturas del curso, y de la historia, no faltan razones a favor y en contra de la presencia de la religión católica en la escuela. De siempre, la Iglesia Católica ha defendido dicha presencia. Baste recordar la propuesta del episcopado allá por el año 79 (Orientaciones Pastorales para la Enseñanza Religiosa Escolar, nº 44): La Iglesia católica... colabora en un servicio social desarrollado por esa institución cívica que es la escuela, con todos sus condicionantes. Mucho ha llovido desde entonces, pero lo fundamental continua sin cambiar: la Constitución española define la educación como el pleno desarrollo de la personalidad humana (27.2). La formación religiosa es básica para el logro de la formación integral, sinónimo del pleno desarrollo de la personalidad. Luego la formación religiosa es una exigencia constitucional de la escuela y de los alumnos.
Continúa el periodista francés: ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?... Es periodista y es padre.
Tal y como están las cosas, los padres y madres tienen un protagonismo que nadie ni nada puede arrebatar. Un protagonismo que es un derecho y un deber ineludibles: los padres tienen el derecho constitucional de que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones (27.3); y esto obliga a los poderes públicos (obligados también a respetar la libertad religiosa) a que sean las diversas confesiones religiosas, y en particular la Iglesia católica, quienes elaboren los programas y rijan el profesorado de las respectivas materias confesionales.
La clase de Religión no es privilegio, es un servicio.
La religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras. Con este tipo de argumentación, suponemos que el hijo de Jaurés continuó asistiendo a la asignatura de religión. Como lo hacen en nuestra diócesis el 86,08% de los alumnos/as de Infantil y Primaria y 61,89% de alumnos/as en Secundaria y Bachillerato. Es decir, el 73,98% de alumnos asisten a la clase de religión. A nivel nacional, estamos en el 73,6% de todo el alumnado. ¿Y los alumnos/as que no asisten?
Cada uno pude sacar las propias conclusiones de estos datos (Siempre hay un descenso de Primaria a Secundaria Pero, lo que quizá choca más, en estos momentos, es el descenso en el número de alumnos de Infantil ).
Desde esta Delegación Diocesana creemos que la clase re religión es para todos no solo para creyentes o hijos de creyentes, es para todos, creyentes o no; la clase de religión es un derecho de algunos para su formación religiosa en la escuela, al mismo tiempo, es un servicio de la Iglesia a todos, para su formación humana escolar.
Pero, ¿qué le pasa a este país que ve posible aprender el Quijote en la escuela e ignorar el Hijo Pródigo?
A estas alturas del curso, y de la historia, no faltan razones a favor y en contra de la presencia de la religión católica en la escuela. De siempre, la Iglesia Católica ha defendido dicha presencia. Baste recordar la propuesta del episcopado allá por el año 79 (Orientaciones Pastorales para la Enseñanza Religiosa Escolar, nº 44): La Iglesia católica... colabora en un servicio social desarrollado por esa institución cívica que es la escuela, con todos sus condicionantes. Mucho ha llovido desde entonces, pero lo fundamental continua sin cambiar: la Constitución española define la educación como el pleno desarrollo de la personalidad humana (27.2). La formación religiosa es básica para el logro de la formación integral, sinónimo del pleno desarrollo de la personalidad. Luego la formación religiosa es una exigencia constitucional de la escuela y de los alumnos.
Continúa el periodista francés: ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?... Es periodista y es padre.
Tal y como están las cosas, los padres y madres tienen un protagonismo que nadie ni nada puede arrebatar. Un protagonismo que es un derecho y un deber ineludibles: los padres tienen el derecho constitucional de que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones (27.3); y esto obliga a los poderes públicos (obligados también a respetar la libertad religiosa) a que sean las diversas confesiones religiosas, y en particular la Iglesia católica, quienes elaboren los programas y rijan el profesorado de las respectivas materias confesionales.
La clase de Religión no es privilegio, es un servicio.
La religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras. Con este tipo de argumentación, suponemos que el hijo de Jaurés continuó asistiendo a la asignatura de religión. Como lo hacen en nuestra diócesis el 86,08% de los alumnos/as de Infantil y Primaria y 61,89% de alumnos/as en Secundaria y Bachillerato. Es decir, el 73,98% de alumnos asisten a la clase de religión. A nivel nacional, estamos en el 73,6% de todo el alumnado. ¿Y los alumnos/as que no asisten?
Cada uno pude sacar las propias conclusiones de estos datos (Siempre hay un descenso de Primaria a Secundaria Pero, lo que quizá choca más, en estos momentos, es el descenso en el número de alumnos de Infantil ).
Desde esta Delegación Diocesana creemos que la clase re religión es para todos no solo para creyentes o hijos de creyentes, es para todos, creyentes o no; la clase de religión es un derecho de algunos para su formación religiosa en la escuela, al mismo tiempo, es un servicio de la Iglesia a todos, para su formación humana escolar.
Pero, ¿qué le pasa a este país que ve posible aprender el Quijote en la escuela e ignorar el Hijo Pródigo?