¿Querrá morirse?

10/06/2018 - 10:16 Luis Monje Ciruelo

Al pasar por delante del Rey, Sánchez insinuó una leve inclinación de cabeza, lejos de lo que en lenguaje coloquial se llama 'el cabezazo'.

No sé si Pedro Sánchez, ¡al fin presidente del Gobierno, su ilusión de toda la vida!¡, dirá como esos padres o abuelos que al ver a sus hijos colocados y casados, dicen: ¡ahora ya me puedo morir!. Eso dijo también María, la hija mayor de Lino Bueno, el campesino que horadó su casa en una roca de Alcolea del Pinar, cuando los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía visitaron la Casa de Piedra en abril de 1978 en su viaje a nuestra provincia. Al decírselo al Rey en el despacho del alcalde tras recibir la Medalla de Oro de la ciudad, don Juan Carlos, que me llamaba siempre Ciruelo, me dio las gracias por mi artículo en ABC que promovió su parada en la Casa de Piedra, como lo habían hecho su padre y su abuelo, don Juan de Borbón al inaugurar en Molina el monumento al laureado Capitán Arenas, y Don Alfonso XIII al imponer a Lino Bueno la Medalla del Trabajo y concederle la propiedad de su casa que le disputaba el Ayuntamiento. Pedro Sánchez, que no es de estirpe real, no creo que imite esa visita. Bastante tendrá con cumplir su promesa de profundizar el diálogo con los independentistas catalanes, que es posible que le reciban con la misma cortesía con que el podemita Monedero se dirigió el día de la elección a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría  poniéndole las manos en los  hombros en un gesto ineducado y machista espetándole un: ”me alegro de que os hayan echado”, a lo que ella contestó: “y yo siento que lleguéis, pero es constitucional”. Es de esperar que esta “cortesía” no sea la que veamos durante el mandato de Pedro Sánchez, quien por cierto, no fue un modelo de respeto institucional en el acto de su toma de posesión, no porque fuese el primer presidente que prescinde de la Biblia y el Crucifijo, incluidos Felipe González y Zapatero, sino porque al pasar por delante del Rey, insinuó una leve inclinación de cabeza, lejos de lo que en lenguaje coloquial se llama “el cabezazo”) y lo repitió al volver a su sitio. Buscando  una explicación a ese desprecio del protocolo he pensado si haría eso pensando que “el cabezazo”es una humillación o porque la tensión del acto se transmutase en rigidez de su músculo externocleidomastoideo, uno de los  que mueve el cuello. ¡Ojalá fuese esto! Pero en la Izquierda todo es posible.