Radicalismos

22/09/2016 - 13:50 Jesús Fernández

Hoy en día todo el mundo, todos los ciudadanos, se puede radicalizar.

Hoy día, todo el mundo, todos los ciudadanos se pueden radicalizar. Cada uno en nuestra vida privada, en nuestra  función o profesión podemos radicalizarnos. El llamado radicalismo ya no es una conducta  propia de políticos, de determinados grupos ideológicos, opiniones o convicciones,  organizaciones culturales, educativas o  religiosas. El fanatismo lo llevamos dentro y se  puede activar con motivo de reivindicaciones, discrepancias, protestas o manifestaciones. El radicalismo es una actitud de la persona que se aplica en diferentes campos de la misma. Me he radicalizado, dicen algunos para justificar ciertas conductas delictivas, violentas, terroristas o simplemente anormales. De ser una categoría social  ha pasado a ser  una categoría psicológica e individual. Una vivencia.
    Todavía no están lejos los tiempos en que el adjetivo “radical” acompañaba al nombre de algunos partidos y formaciones en la escena política. Partidos radicales. ¿Es que había otros más relajados, más tolerantes o liberales? ¿Por qué se acudió a esa distinción? ¿Por qué ha caído en desuso como referencia o designación nominal? Ahora preferimos otros términos más suaves como pueden ser populismos, extremismos, antisistemas, revoluciones. Otros piensan que los radicalismos son consecuencia de una integración fallida y una democracia fracasada. Aunque haya desaparecido el apellido en su denominación todavía  existen partidos radicales.
    Se puede ser radical y fundamentalista tanto por lo que se afirma, por lo que se defiende como por lo que se niega o se rechaza. También hay negaciones radicales. Sujetos o ciudadanos radicales hay en todos los partidos no radicales. Aquí nos referimos a los radicalismos colectivos y no tanto a las actitudes radicales de los individuos. La antropología de los sentimientos indica que el hombre es un ser esencialmente radical en sus instintos primarios, necesidades biológicas, satisfacciones impulsivas, deseos representados y ambiciones construidas. Sólo la razón es moderadora y ajustada a principios. Todo eso significa que existen procesos de radicalización en el hombre. La educación para la  democracia tiene que ser  para el diálogo y  la moderación. Existen en el hombre procesos y mecanismos de intransigencia que deben ser moderados por la razón. Tienen muchas causas y motivaciones que pueden estar asociados a la frustración, al resentimiento, a la venganza. Podemos concluir que el radicalismo es ante todo un problema de personalidad y de educación, antes que un sistema de activismo social. El abandono e incumplimiento de leyes y normas por parte del Estado y de la comunidad pueden llevar a los individuos a sentirse más inseguros y optar por acciones critico-radicales. A ello hay que añadir muchos otros factores de riesgo como pueden ser la falta de gusto por la pertenencia a una nacionalidad, sustituida por una sensación de apátrida o sensación de refugiado.