Rajoy, ante la inevitabilidad de una victoria
Dice el director de El País, que entrevista a Mariano Rajoy, que los 14 puntos de ventaja sobre los socialistas en los sondeos, el desgarro que la huelga general ha producido en las bases del partido del Gobierno, así como la crisis, cuya expresión más amarga la componen los millones de parados cuyo alivio se confía a un futuro siempre irritante por incierto, han conferido al PP un aire de inevitabilidad en la victoria, que resulta imposible de disimular en la calle Génova, sede del partido.
Y destaca El País, de las casi seis páginas que dedica al personaje y su entrevista, algunas de las afirmaciones que contiene la conversación: Ante el paro, hay que ayudar a quienes pueden generar riqueza y puestos de trabajo. Estoy radicalmente en contra de la corrupción. Es de las pocas cosas de las que no me han acusado. El recorte de las pensiones se hizo sólo porque daba buena imagen ante los mercados. Hay que aumentar el periodo para el cálculo de la jubilación, y estimular que la gente siga trabajando. No tengo plan oculto; si acaso el Gobierno, que nunca anunció que iba a congelar las pensiones. La subida del IVA no es buena para el consumo, y si no pregúntele usted a nuestro sector turístico. Desde 2004, que perdí las elecciones, le puedo asegurar que estoy infinitamente más preparado. No tengo compromisos con nadie. Puedo decidir sin que nadie me diga: "Es que usted me debe algo". Mi primera medida como presidente sería llamar al jefe de la oposición y decirle que España necesita consensos. ¿Cómo podría presentarse Batasuna a las urnas? "Con la condición de que ETA se disuelva". Bárcenas ha hecho muchas cosas bien. Vino a despedirse, y lo que yo vi es que se sentía indefenso...
Además, el líder del PP se manifiesta por momentos más decidido, cuando, protegido por el colchón de las encuestas, no duda ante la pregunta de si se compromete a mantener vigente la ley de matrimonio homosexual si el Tribunal Constitucional la avala: "No". Hace dos años, por el contrario, cuando los sondeos le señalaban perdedor de unas elecciones que, efectivamente, acabó perdiendo, buscó refugio en la ambigüedad: "No lo sé; en estos momentos no estoy en condiciones de decírselo". En otros momentos, sin embargo, se muestra igual o más cauto que antes, cuando evita detallar los recortes que se deducen, inevitablemente, de su discurso de austeridad. Sabedor de que la corrupción en su partido no parece pasarle factura, se ciñe al manual: hasta que los jueces no sentencien, no hay nadie culpable. Lo que sí plantea sin ambages es su admiración por el plan de ajuste presentado por David Cameron en Reino Unido, el mayor tijeretazo al Estado de bienestar desde la II Guerra Mundial: recorte de prestaciones sociales, aumento de las tasas universitarias, disminución del presupuesto a ministerios y departamentos, algunos de hasta el 25%.
Una investigación publicada por Financial Times muestra que incluso áreas teóricamente a salvo, como Educación, también sufrirán: dos tercios de las escuelas británicas verán reducidos sus presupuestos en contra de lo que prometió el Gobierno conservador.
Sin embargo, parecen faltarle detalles sobre ese plan del Premier británico, y le gusta poco, o nada, su recorte de 500.000 puestos públicos de trabajo. Rajoy también titubea, y se muestra incómodo, ante las objeciones que le hace el director de El País sobre la aplicación o no de las medidas de ajuste. Eso sí, reprocha que no recibiera invitaciones a participar en planes de ajuste ante la crisis. Se queja de que sólo una persona, posiblemente el Rey, le invitara a ello. Y dice luego que sería ésa una de las cosas que pediría al jefe de la Oposición en el caso de que él asuma el poder tras las siguientes elecciones.
Ni una palabra de elecciones anticipadas, y algunos planteamientos de duda sobre eventuales apoyos mutuos con Artur Mas para gobernar en Cataluña y en España, el día que en La Vanguardia se estima, según una encuesta, que el PP roza la mayoría absoluta pese al cambio del Gobierno. No parece que vea en riesgo el entendimiento de PP y PSOE en Euskadi, pero insiste en la necesidad de que el Gobierno se mantenga en la política antiterrorista que viene ejecutando, y en la conveniencia de que no proceda a negociar con ETA. Ve algunas prisas en Zapatero y el PSOE, posiblemente por el temor a que el final de ETA pudiera tener influencia en la campaña de 2012.
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