Rasputin
Místico, brujo, manipulador, curandero, habrán oído hablar de él.
Rasputin, sin tilde, tal y como se pronuncia en ruso, fue el asesor áulico de los últimos zares, que cayeron, en particular la zarina Alejandra, bajo su maléfico influjo. En una época de nacionalismo ruso acentuado, de reivindicación de las raíces eslavas, su figura, carismática, de mirada penetrante y verbo fácil, se convirtió en el oráculo no solo de la monarquía sino también de la mayor parte de la nobleza, defensor de la tradición rusa, de su singularidad y lejanía con respecto a Occidente. Sus consejos y sus decisiones, nacionalistas y germanófilas, condicionaron en buena medida la derrota rusa y la propia caída del zar.
Hoy en día, Putin tiene su Rasputin. No enamora a la zarina ni seduce a la aristocracia, pero sus libros y sus ensayos tienen en Rusia una repercusión fuera de toda duda. Se llama Alexander Duguin. Es filósofo, experto en geopolítica y asesor político, y sus ideas han sido a lo largo del tiempo asociadas al neofascismo y al nacionalbolchevismo. Suya fue la idea de invadir Ucrania mucho antes de la ocupación de Crimea en 2014 y suyo fue el empeño de culminar la invasión en 2022. Fundó, junto a Limónov (que gran biografía le hizo Emmanuel Carrére) el Partido Nacional Bolchevique, una mezcla de extremismo de derecha y de izquierda. Al cabo, es un rojipardo, especie abundante entre nosotros, que lo mismo atrae al nacionalismo más ortodoxo que a la izquierda con nostalgia soviética. Su idea de reconstruir el imperio ruso, de establecer mediante alianzas y conquistas un marco de dominación rusa, de desafiar al imperio estadounidense, la reflejó en un libro publicado en 1997, Fundamentos de Geopolítica, pocos años antes de la llegada al poder de su gran valedor, Putin, que se alzaría con la presidencia rusa en la nochevieja de 1999.
Rusia fomenta dictaduras, financia partidos políticos de extrema derecha y de extrema izquierda, sostiene medios de comunicación y periodistas. No es de extrañar que se produzcan extrañas alianzas entre amigos de Putin, como la que en Francia ha acabado con el Gobierno. No es de extrañar lo ocurrido en Corea del Sur. No es de extrañar el resultado electoral en los EEUU. Y no es cuestión de ponerse en modo conspiranoico, pero haberlas haylas. Animado por Duguin y otros tantos como él, Putin se ha deslizado hacia una forma violenta y fanática de defender sus intereses y los de su camarilla. En agosto de 2022, en un intento de atentado contra Duguin cometido a las afueras de Moscú, falleció su hija de 29 años. Las locuras siempre acaban pagándolas los más inocentes.