Recuerdo, solidaridad y ¿lección aprendida?
El 29 de octubre se ha cumplido un año de la peor desgracia de la historia contemporánea de nuestro país, la muerte de 237 personas a consecuencia de una Dana que dejó cuantiosos daños materiales en cuya reconstrucción se seguirá trabajando durante mucho tiempo.
En esta fecha lo primordial es recordar a los fallecidos rindiéndoles homenaje, mostrar solidaridad hacia las familias y entornos afectivos de todas las víctimas y no olvidar la lección para que algo así no vuelva a producirse. Las catástrofes naturales pueden suceder en cualquier momento, más en un escenario de cambio climático. Eso no está en nuestras manos impedirlo- tal vez sí minimizarlo- pero sí exigir que los protocolos de actuación estén claros, sean eficientes y funcionen, los sistemas de alerta a la población- fundamentales- no fallen y la coordinación entre administraciones esté bien engrasada, sin excusas competenciales para eludir responsabilidades. Ante cualquier situación de gravedad para las personas o los bienes del país, sea un incendio forestal, inundaciones, un accidente o cualquier emergencia, la obligación es poner a disposición de la zona afectada, con celeridad y eficiencia, todos los recursos existentes en la nación sin fronteras autonómicas ni dudas en el procedimiento. Resulta lamentable que algo como la Dana sirva de arma arrojadiza entre los políticos para echarse culpas, pedir dimisiones e intentar sacar rédito electoral, lo que no significa que no se realicen las investigaciones que procedan, se dirima en los juzgados lo que corresponda y los políticos tengan la madurez de asumir sus culpas. El desastre, como en otras muchas ocasiones en nuestro país- recordemos los atentados del 11-M-, sirve al menos para sacar lo mejor de las personas, la humanidad y solidaridad de un pueblo que se desplazó de manera voluntaria, y sobre todo de corazón, a limpiar barro y ayudar en todo lo necesario, organizando recogidas de ropa, alimentos, facilitando transporte y llevando a cabo todo tipo de iniciativas para ser útiles. Castilla-La Mancha lamentó este día la muerte de seis personas en Letur y la zona del valle del Mesa, principalmente Villel, vio infraestructuras como puentes y carreteras destrozadas. Aquí la reacción fue buena y rápida tanto en el ámbito provincial o regional como a la hora- fue el caso de la Diputación y muchas organizaciones- de viajar hasta el levante para hacer lo humanamente posible. Hoy, un año después esperamos que la lección, aunque sea con sangre, entre y nunca más perdamos tiempo o no empleemos adecuadamente los medios a nuestro alcance para dar respuesta a futuros episodios trágicos.