Reforma de la negociación colectiva, sin fisuras

26/03/2011 - 00:00 Jesús Camacho Segura

Al calor de las negociaciones entre CCOO, UGT y CEOE-CEPYME para la reforma de la negociación colectiva, no se deja de recibir presiones, innecesarias e inoportunas, por parte del gobierno y una oleada de mensajes y “aviesas intenciones” desde esa nutrida bancada de intereses económicos e ideológicos para conseguir otra vuelta de tuerca a los derechos de los trabajadores y trabajadoras. El Acuerdo Social Económico, su capítulo IV, sostiene un compromiso bipartito entre los sindicatos firmantes y la patronal para acometer una reforma serena y equilibrada. Una reforma que, aunque exigida a gritos desde hace años por los sindicatos, tiene que ser consensuada para que abra camino a una fase diferente y que sea útil a los trabajadores y a las empresas. Una reforma para racionalizar y modernizar, no para retroceder. Las reformas unilaterales, sea en materia de negociación colectiva o en cualquier otro orden laboral, siempre han perjudicado a la parte mas débil del contrato de trabajo y ha perseguido como objetivo la reducción del poder sindical. Ahora, el intenso proceso negociador se abre camino con grandes dificultades, porque las diferencias son importantes, porque las pretensiones de patronales y empresarios no son coincidentes con las sindicales, sus propuestas difieren de las alternativas unitarias que han presentado CCOO y UGT.

   A pesar de todo, se avanza, se acercan posturas y se busca el equilibrio para que el resultado sea diferente a la regulación actual, pero que comprometa una normativa efectiva para una nueva fase de la conformación de las relaciones laborales en los sectores y en las empresas; sobre todo, para que el gobierno no cometa otra nueva imprudencia agobiado por ese poderoso sentido de seducción europeista que envuelve al presidente del gobierno. En estas estamos las organizaciones sindicales y empresariales y, en estas, arrecian presiones e impaciencias. La dama germánica muestra sus poderes y marca sus ideas para que salarios y productividad se relacionen de forma inexorable, sin respetar la realidad y singularidad de los países de la UE, desde luego desconociendo nuestro modelo de negociación colectiva y nuestro tejido productivo –sus sectores y subsectores-, y pretende que aquello que es bueno para ella sea bueno para España.

   En estas estamos, y en estas habla la Merkel y aparece un corifeo de aprendices de negociación colectiva aplaudiendo a rabiar. Cuántos expertos de lo que no conocen, cuántos servidores y opinadores interesados pretendiendo influir en el proceso negociador creando doctas tesis para que no se desvíe la bancada empresarial. La canciller alemana, su puño de acero, no es una espada que deba amenazar al gobierno, ni es un burladero para que se refugien ni nuestros mandatarios, ni nuestro tejido empresarial. Conviene recordar que los salarios no son responsables de la crisis, ni los bajos salarios hacen más competitivas a las empresas. La salida de la crisis no vendrá por la vía de la contención salarial, ni por el debilitamiento de la representación sindical, ni por un nuevo recorte de los derechos sociales. Lo que subyace en todos esos planteamientos de arribistas germanófilos es de un conservadurismo insultante y reiterativo, que sólo esconde pereza intelectual y productiva para hacer de nuestra economía un modelo avanzado, tecnificado, innovador, con empleo estable, seguro y con derechos. En estos momentos de crisis mundial, en el peor período económico de nuestro país, está vigente el Acuerdo para el empleo y la negociación colectiva 2010, 2011, 2012 (AENC), determinando un crecimiento salarial que vincula salarios e inflación, y todas las organizaciones empresariales están obligadas a cumplir con lo pactado.

   Un acuerdo salarial para un escenario económico que relaciona empleo y salarios; un compromiso para que se mantenga y recupere el empleo a cambio de la subida moderada de los salarios. Nadie puede, con objetividad, decir que no se puede cumplir y que arruina las posibilidades de crecimiento y de recuperación. Pero, además de la presión sobre la reforma de la negociación colectiva, se escuchan otras ocurrencias ante un nuevo proceso de renovación de los convenios colectivos. Así, algún dirigente empresarial opina sobre el concepto salarial que tiene la antigüedad, en un animoso deseo de reducción de costes laborales. Un viejo remedio que ya sufrió un serio acoso con la reforma laboral de 1994, pero que los negociadores convenimos en mantener como concepto económico y que, en algún caso, su sustitución negociada permitió incrementar los sueldos considerablemente y acordar un modelo de promoción profesional del trabajador en atención a su mayor experiencia y cualificación en el seno de la empresa.

  Es decir, mejorar notablemente los sueldos bases y establecer una carrera profesional del trabajador a lo largo de su vida laboral en la empresa. Sólo así es posible abordar ese debate. En estos momentos, sólo caben los acuerdos razonables y equilibrados, sin prisas y sin pausa. No es recomendable generar otro nuevo conflicto social porque fracase la negociación sobre la reforma de la negociación colectiva; pero tampoco es bueno que las organizaciones patronales de nuestro ámbito regional no cumplan lo pactado, ni se suban a un tobogán de ocurrencias para obstruir la negociación colectiva. . ?