Responsabilidad social

18/06/2013 - 00:00 Jesús Fernández

  
  
 
La reflexión sobre las condiciones morales de nuestro tiempo aporta nuevas ideas y categorías al lenguaje político. Hablamos mucho de responsabilidad. La democracia es, según la conocida expresión de Rousseau, una voluntad general seguida de una responsabilidad de todos. De ahí el concepto muy abstracto y diluido de responsabilidad social que, aplicada a la empresa, da como resultado la llamada Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de la que tanto se habla y se escribe actualmente. Pero ¿qué es una empresa? Una parte importante de la gran empresa que es la sociedad, la empresa madre y raíz de todas las empresas que entre todos formamos. Este concepto de responsabilidad social tiene que ser concretado. Durante los últimos años, occidente se presenta como un núcleo o centro cultural que ha permitido avances científicos, desarrollo o crecimiento económico, extensión del bienestar creando sistemas democráticos de convivencia y progreso del pensamiento. A eso llamamos modernidad. Sin embargo, la ética o el progreso moral de las sociedades parecen estar estancados o hayan retrocedido a niveles primitivos. Ambición, codicia, egoísmos, violencia, confrontación, individualismo, exclusión, presiones, intereses, desigualdades.
 
  El panorama es desolador. Todo parte de la constatación diaria de hechos y prácticas inmorales en las organizaciones, en las instituciones, en las administraciones. Las empresas, en otros tiempos, eran unas relaciones o proyectos de capital y trabajo más cerrados y opacos. Hoy día, en cambio, son una realidad social más abierta donde convergen muchos intereses de grupos. Y, sobre todo, una empresa como unidad social tiene que saber lo que piensan y esperan de ella los ciudadanos. Por lo demás, nos movemos en un contexto global e internacional de las empresas en mercados, en subvenciones, en competitividad, en calidad de servicios. Responsabilidad social. ¿Qué es la responsabilidad social? Muchos ciudadanos creen que la democracia diluye la responsabilidad personal que se transfiere al conjunto, a las corporaciones, a los ciudadanos en general por polinización, por el aire. Y sin embargo, no es así. No existe la responsabilidad colectiva, política o social sino sólo la personal e individual. Hay que personalizar las decisiones, las consecuencias, los efectos y los resultados.
 
   Detrás de toda organización hay un consejo de administración formado por personas con nombres y apellidos que deciden inversiones, aprueban, asignan recursos, autorizan gastos, justifican, recaudan y cobran. Hay una persona presidente o gerente responsable ante la justicia. En los partidos, en los sindicatos, en los gobiernos, en las universidades, en las asociaciones, en las profesiones, hay personas físicas jerárquicas que son firmantes de mandatos, de decretos, de nombramientos, de nóminas, de retribuciones, de facultades, de atribuciones, de competencias, de balances, de resultados, de resoluciones. Todo eso tiene que ir respaldado y acompañado de una exigencia de responsabilidad civil e individual. En temas de responsabilidad tenemos que huir de conceptos universalistas y transformarlos en errores, perjuicios, daños, aciertos, culpas, delitos personales. En democracia todo es personal, todo parte de la conciencia y responsabilidad individual. Igualmente, la transparencia tiene que ser personal. No traspasemos la transparencia al grupo social que no existe como tal.