Riesgo moral


Vivimos en un mundo y en una sociedad tan concatenados que se podría decir que prácticamente la totalidad de nuestras acciones tienen consecuencias.

Si se cometiera un acto reprobable y no hubiera un efecto restrictivo, significaría que la persona que ha errado no tendría ningún incentivo para corregir sus pasos previos y volvería a hacer lo mismo en su propio provecho.

Este concepto, denominado “riesgo moral” por la economía clásica, define cuando la persona que toma las decisiones no asume la responsabilidad del resultado de las mismas y al final un tercero, más o menos ajeno a la elección, termina pagando la fiesta. Si una persona toma un seguro y lo contrata a todo riesgo, sabe que la compañía aseguradora se hará cargo de todo, por lo que, no tendrá especial interés en ser precavido ya que la ganancia marginal de tomar mayor cuidado, no superará el coste marginal (prima) de asumir dichas precauciones. Al final, las aseguradoras reducen el precio solo cuando hay varios años sin siniestros porque no hay herramientas para diferenciar el precavido ideal del temerario convencido. Este preámbulo sirve como base teórica de la oferta de condonación de la deuda a las autonomías por parte del Gobierno.

Quitando polvo y paja del diálogo político, lo que se ha propuesto ha sido eliminar parte de la deuda de las regiones para que la asuma el Estado, pero en términos absolutos, la deuda del Reino de España es exactamente la misma. Ya que, la gran mayoría de los préstamos otorgados tienen origen en el FLA (Fondo de Liquidez Autonómico) que se creó para poder ayudar a financiar a cada territorio porque la crisis del 2008 se llevó por delante el precario equilibrio contable de nuestro estado pseudo-federal.

España fue con sus propios hijos un prestamista de último recurso (igual que el Banco Central Europeo nos dejaba dinero cuando las estábamos pasando cual amiga folletinera de Ábalos) pero como bien decía el cura de mi pueblo: “todas las hostias salen de la sacristía” y se tienen que pagar. España, oficialmente, debe cerca de 1,7 billones de euros contando todas sus administraciones públicas (en realidad con todos los pasivos en circulación 1,9 billones) y como toda factura al final, se termina liquidando. Me importa tres bledos quién lo recaude y quién lo pague, porque va a terminar saliendo del bolsillo del ciudadano, ya sea vía menor gasto público o vía mayor cuantía de impuestos. 

El hecho de que mañana el Gobierno perdone 0,016 billones de euros a Cataluña (cacahuetes) o 0,08 billones entre todos los reinos de taifas, no soluciona absolutamente nada de la enorme bola de débitos de España que en algún momento va a terminar siendo imposible de pagar. El riesgo moral no es permitir que Cataluña (o la Comunidad Valenciana o Andalucía o Madrid o Euskadi...) acudan a los mercados a financiarse, sino que sigan sin entender que sin crecimiento económico y estabilidad de todos, volverán a repetir los errores de utilizar los fondos públicos en una finalidad ideológica y no en el bienestar de los ciudadanos.

Nadie busca castigos, pero al menos sí debería haber actos de contrición que no rompan la cada vez más débil sensación de igualdad entre españoles o la necesidad de señalar vecinos por diferencias. Y para muestra un botón. Los miles de alcarreños que tenían sus hipotecas con la extinta Caja Guadalajara (otro día hablamos de ello) no vieron como sus préstamos se condonaban, sino que los asumía otra entidad (Caixabank...) sin que se les haya perdonado ni una sola cuota.

Esto es exactamente lo mismo. Si este tema lo hubiéramos solucionado y aprobado en privado, no pasaría nada, pero el español es escandaloso por naturaleza y las denostadas agencias crediticias e inversores (los que nos financian ese déficit del casi 106% sobre PIB, un poco más de 33.000 euros por barba) nos han dicho que por ese camino vamos mal.

Al final vendrá a poner orden aquel familiar que le vemos poco, pero cuando se sienta a la mesa, se hace notar: la prima de riesgo. Y a esta le da exactamente lo mismo lo que diga Puigdemont, Junqueras, Montero, Ayuso, Feijoo, Sánchez o el monigote urnero de turno. Vendrán por su libra de carne. Riesgo Moral. Pecados y penitencia. Gritos sordos. Asco y pena.