Rusia
El problema es serio. Ni Rusia con refuerzos chinos, ni Putin, ni sus siniestras maniobras dan risa, no se sabe bien qué quieren de Ucrania, supongo que poseerla.
Brilla el sol en un cielo cruzado por pájaros viajeros. Algunos narcisos han brotado en la terraza al calorcillo de este invierno descafeinado, pero sus flores no anuncian primavera, seguro que marzo vendrá frío, el invierno no ha terminado.
Esto en cuanto a mi diminuto universo matutino, el parte meteorológico de mi terraza. El otro mundo, el grande, está en crisis. Los rusos, apoyados en su amistad con China, cercan las fronteras de Ucrania, con misiles mirando a Europa. No entiendo qué nos pasa a los humanos, ¿no aprendemos de la historia, nunca abandonamos el odio, no sabemos administrar el olvido para nuestro propio beneficio? Pues no.
Rusia misteriosa, Rusia de los Zares, llena de oro y de museos, cúpulas y catedrales, Popes y Rasputines. Rusia de la revolución, de Anastasia y del Doctor Zhivago. Rusia de Lenin y Stalin, tanto frío y miseria en las casas obreras y tanto esplendor en el metro y en el Partido … Cuando era adolescente vi en televisión Tío Vania, de Chéjov, tristes rusos. En cambio, Doctor Zhivago fue una película magnifica, de guerra, amor y nieve, el tema de Lara triunfando sobre los girasoles y las heladas estaciones de Soria. Entronizamos a Pasternak con Tolstoi y Dostoievski, no había más remedio escuchando la dulzura de la balalaika.
Los rusos del cine americano siempre daban un poco de risa, eran espías sanguinarios, pero ridículos por su zafiedad. Sin embargo, las espías rusas eran hermosas como el mármol y frías como el hielo. Luego estaban las camaradas del Partido, amargadas, malas y pegonas. Supongo que la mayor parte de las rusas no pertenecerían a ninguna de estas clases y serían mujeres normales y estupendas.
Los españoles de la Transición nos inclinamos hacia la izquierda, desafiando las enseñanzas recibidas y, cuando llegó Carrillo, lanzando humo con su habano, con ese eurocomunismo tan poco creíble y a pesar de la leyenda negra que arrastraba, nos dejamos embaucar. Pero nunca nos fiamos de la Unión Soviética, nunca hasta que apareció Gorbachov con la perestroika y la glasnost y nos ilusionamos pensando que se acabaría la guerra fría y caería el muro de Berlín, como así sucedió.
Ahora el problema es serio. Ni Rusia con refuerzos chinos ni Putin ni sus siniestras maniobras dan risa, no se sabe bien qué quieren de Ucrania, supongo que poseerla o que vaya desapareciendo como nación tras una larga guerra civil. EEUU y la OTAN median en este conflicto y Macron intenta la vía diplomática. Hay que tener un alma muy negra para desestabilizar un país y conducirlo a una guerra.
Y aquí estoy yo, experta en terrazas y puestas de sol, opinando de política internacional. Perdónenme. La ignorancia es muy atrevida, ya dijo Santa Teresa: “Nada te turbe, nada te espante”, pero ella no leía los periódicos ni veía en el informativo los preparativos de la guerra. Yo los leo y los veo y me turbo y me espanto, mientras Dios contempla desde arriba cómo, estúpidamente, nos destruimos.