Sana envidia

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

EL COMENTARIO
Francisco Muro de Iscar - Periodista
Aunque entre nosotros se lleva habitualmente el antiamericanismo como certificado de progresía, los norteamericanos tienen muchas cosas que podríamos copiar o, cuando menos, admirar.
La pugna entre Obama y Clinton en las filas demócratas es una de ellas. Durante cinco meses, uno y otro -y algunos más que han ido cayendo por el camino- han recorrido toda la nación peleando por cada voto. Se han sometido al escrutinio de millones de norteamericanos, militantes, simpatizantes o ciudadanos, que votarán de verdad en noviembre para elegir a un presidente. Han tenido que explicar casi a cada ciudadano, a los muchos que han querido escucharles, lo que piensan sobre los temas más dispares, polémicos y difíciles. Han pisado empresas, universidades, centros de todo tipo a pecho descubierto. Han tenido que buscar los fondos necesarios para mantenerse y quienes se los han dado constan públicamente y no se esconden. Han peleado por cada delegado que va a acudir a la convención de agosto. Ha sido una batalla dura, a veces encarnizada, en la que se han expuesto públicamente y en la que se ha demostrado que un negro y una mujer pueden aspirar realmente a la presidencia de la nación más poderosa del mundo. Y que un candidato que partía en los inicios casi sin posibilidades, ha podido derrotar a la favorita, la poderosa esposa de un ex presidente carismático. ¿Creen ustedes que eso podría pasar en España? Que los candidatos de uno y otro partido se someterían a este “tour” político empeñando recursos, equipos, prestigio e ideas? ¿Que casi cualquier militante, diputado o senador puede aspirar a ser el candidato de su partido? Para empezar, en España los ciudadanos sólo tienen una ocasión para votar y en ese caso lo hacen a una lista cerrada, elaborada por el “aparato” de cada uno de los partidos, que ni explica ni razona porqué va cada cual en la lista ni porqué ocupa el puesto en el que le han puesto. El votante no tiene ocasión de preguntar nada al candidato y casi ni se acerca a él, porque ni va por las calles ni visita empresas o Universidades. Sólo acude a algún mitin, cada vez menos, y espera con ansiedad los debates televisivos, los únicos debates posibles. Aquí el candidato no se debe a los ciudadanos, sino al partido; no tiene que cuidar a sus futuros votantes sino a quienes manejan los hilos. “El que se mueve no sale en la foto”, decía Alfonso Guerra. En ninguna foto. Hillary, que ha peleado hasta el último momento, ha confesado su derrota y se ha ofrecido como número 2 de Obama. Éste no ha dicho que sí, pero nada es descartable. ¿Ven ustedes a Juan Costa, que tampoco ha dicho nada todavía, como posible número 2 de Rajoy o le ven dejando la política a corto o medio plazo? ¿Entienden que uno sienta envidia, sana envidia, de ese pueblo de “simples, agresivos y soberbios” ciudadanos?