Sanidad y educación: igual pero diferente

13/09/2011 - 00:00 Francisco Muro de Íscar

 

Si el sistema financiero tuviera un "fracaso" del 30 o el 40 por ciento -no estamos tan lejos-, ¿deberíamos preocuparnos, tomar medidas urgentes? Si en el sistema sanitario, se muriera el 30 por ciento de los pacientes, ¿consideraría que funciona bien? En la educación sucede desde hace décadas y no pasa nada. Es más, en los últimos años, no ha habido apenas protestas de los sindicatos, de los indignados, de los profesores y de los partidos-al revés- por ese terrible fracaso que arrastramos desde la LODE, la LOGSE y compañía en las que Rubalcaba tuvo importantes responsabilidades.
 
    Y eso que fue un ministro de Educación dialogante y con voluntad de buscar soluciones. Xavier Pomés, que fue consejero de Sanidad en el último Gobierno de Jordi Pujol ha escrito un constructivo artículo en La Vanguardia sobre el futuro del sistema de salud pública. Dice que es excelente y elogiado en todo el mundo, que no debería ser desvirtuado ni destruido, pero que viene sufriendo graves carencias económicas. Dada la situación de crisis, añade, forzosamente hay que proceder a reformas estructurales, que deben ser explicadas pedagógicamente y asumidas por los ciudadanos, en las que deben participar los profesionales y, entre todos fijar qué prestaciones no vamos a poder seguir manteniendo y que líneas rojas del modelo sanitario no debemos traspasar bajo ningún concepto.
 
  Fija algunas: equidad, acceso a las tecnologías y tratamientos modernos y eficientes, innovación e investigación. Reclama un debate sereno y amplio de miras, pero afirma que aunque la crisis pase, nada volverá a ser como antes. No habrá más barra libre. Si no lo tocamos, dice, será inviable a corto plazo. Si le quitamos la calidad, sólo lo utilizarán los económicamente más débiles. Y eso es injusto e indeseable, pero posible. ¿Vale eso para el sistema educativo? Sí y no. Vamos a tener que tocar el sistema, quieran o no los que siempre han estado preocupados por la calidad de la educación y los que sólo lo están ahora. A diferencia del sistema público de salud, nuestra modelo educativo es un desastre, ha fracasado y hay que cambiarlo por otro que hable de esfuerzo, de trabajo, de calidad. Y mientras tenemos unos profesionales sanitarios excelentes -pasados por un MIR exigente- contamos con profesores excelentes, regulares y malos.
 
   Deberían ser los mejores, porque a ellos les confiamos lo más importante, la educación de los más jóvenes, pero no es así. ¿Cómo se puede decir que peligra la calidad del sistema educativo si no existe esa calidad ni se la ha visto por la mayoría de las aulas españolas en las últimas décadas? Hemos mejorado en la escolarización, en los edificios, en los medios, pero todos los indicativos revelan que nuestro sistema educativo es deficiente. No es culpa exclusiva ni fundamental del profesorado, pero los docentes deberían reflexionar y reconocer que tampoco lo están haciendo bien. O que pueden hacerlo mejor. No es sólo ni fundamentalmente un problema de medios. Es un problema de un modelo, debatido serenamente y entre todos. Sobre todo, entre todos los profesionales.