Secuestradores aéreos

09/03/2011 - 00:00 Consuelo Sánchez Vicente

 
Incrédulos, indignados de nuevo, pasmados, la historia interminable de los chulos de aire vuelve a empezar; no es posible -te dices-. Pero sí que lo es. Las vacaciones y el trabajo de millones de españoles vuelven a estar al albur de los intereses de otro colectivo del sector aéreo, esta vez la amenaza parte de los trabajadores de los aeropuertos de AENA. No se sabe si al final habrá huelga o pacto y se paralizarán o no los cielos, a diferencia de la salvajada que consumaron el pasado puente de diciembre los controladores, orquestada por el sindicato profesional USCA, los sindicatos 'de clase' UGT y CCOO han tenido el detalle de convocar su salteado de huelgas cuando en teoría todavía hay tiempo de negociar. Pero, legal o ilegal, un abuso es un abuso. Digo en teoría porque a mí se me escapa por qué iban a prosperar a partir de ahora unas negociaciones que tras meses de 'diálogo' no han prosperado.
   Que el ministro de Fomento, José Blanco, pida que no cambiemos de planes de vacaciones ni salgamos corriendo a devolver los billetes porque se pone él mismo al frente de la negociación suena a intento de que no cunda el pánico a la espera de que se le ocurra algo a alguien del Gobierno porque de desastre y sin paliativos habría que calificar esta huelga para el turismo si llega a concretarse. España es un país de servicios, somos el farolillo rojo de la incipiente recuperación que apunta en los países de la Unión Europea, y el turismo, además de suponer entorno al 10 por ciento de la riqueza nacional, del PIB español, es el único sector con brotes verdes en el páramo sin sombra de nuestra economía productiva. La competencia es feroz, y las ventajas que 'las revoluciones árabes' del norte de África nos podrían reportar como destino turístico alternativo fiable se evaporarán si de mayo a agosto la imagen de los aeropuertos españoles que sale en los telediarios vuelve a ser la del fatídico puente de diciembre: tan parecida a las de Túnez o Libia, salvando las distancias y todo lo que haya que salvar; simplemente.
   No se puede descartar que José Blanco logre parar esta huelga, desde luego, y en lo que a mi respecta ¡ojalá! lo consiga negociando o a puñetazos dialécticos en el hígado si es preciso, como hizo con los controladores. Si algo caracteriza la cadeneta de conflictos del sector aéreo -en el que cuando no son los pilotos o los controladores los que te secuestran, te secuestra el personal del aeropuerto- es que se salen de la lógica laboral. La diferencia entre lo del puente de diciembre y la que se avecina es que al parar sin avisar los controladores no le dieron siquiera a los ciudadanos atrapados sin salida en los aeropuertos la posibilidad de eludir el secuestro, pero secuestro, en mi opinión, fue lo uno y secuestro sería lo otro. En mi opinión, todas las huelgas en las que los trabajadores de algún sector estratégico o de difícil sustitución, como el sector aéreo, toman como rehenes de sus intereses particulares a los ciudadanos, lo son. Cuando hay abuso de posición dominante y se aprovecha la condición de servicio público fundamental de una tarea para presionar laboralmente laminando los derechos más elementales de los ciudadanos, no se puede ni se debería hablar de huelga sino de un abuso con el que los poderes públicos no pueden tolerar. Basta ya de tolerarle a los sindicatos -antes de clase, hoy de intereses: ellos son los únicos responsables de su descrédito- lo intolerable.